¿Por
qué nos sentimos identificados con un pedazo de tierra determinado? Quizá sea
porque el agua nos sabe mejor o porque el aire nos parece más limpio o porque
el paisaje nos resulta más familiar. Sea por lo que sea la balanza siempre se
inclina del lado de la tierra. Pero, ¿a quién pertenece la tierra? Es el
interesante punto de partida de la obra “El círculo de tierra”, así como del
festival anual del Teatro Gayarre “Otras miradas, otras escenas”, que este año
se presenta de lo más interesante.
Basada
en la obra “El círculo de tiza caucasiano”, del célebre Bertold Brecht, cuenta
la historia de una reina que olvida a su hijo recién nacido mientras intenta
escapar, debido al trajín por una guerra recién estallada tras el asesinato del
rey. La criada, augurando que la próxima víctima será el niño, lo oculta entre
sus ropas y lo lleva consigo a las montañas, dándole cobijo y comida.
Pasado
el tiempo, será la reina quien demande a su hijo de vuelta, y para ello se
organizará un juicio con un juez de lo más original, quien propondrá la
solución menos imaginada: dibujando un círculo con tierra en el suelo, y
estando ambas madres agarrando al niño por un extremo, habrán de tirar de él
para poder, o no, quedárselo.
Entendemos
conforme transcurre la función el porqué del prólogo que se nos presenta. El
niño simboliza un pueblo situado entre Vizcaya y Cantabria. Son unos los que lo
habitan y trabajan, y otros quienes, argumentando razones históricas, lo
demandan. Tras esa introducción, el narrador anuncia al público que la obra
será presentada para aclarar el tema.
Brecht,
quien nunca tuvo afiliación a ningún partido comunista (aunque sí fue enseñado
en la escuela marxista por Korsch), demostró aquí la idea principal de ese
movimiento. Quien trabaja la tierra será el dueño de la misma, por lo que son
los trabajadores en unión quienes poseerán los bienes trabajados y los medios
para ello, suprimiendo cualquier tipo de propiedad privada.
Los
aspectos técnicos de la función se resuelven de manera notable, y más teniendo
en cuenta que se trataba del estreno del montaje. Con un escenario
completamente desnudo, algo curioso de ver para quien no esté familiarizado con
los mismos sin decorar en absoluto, se sucede la función entera mediante el movimiento
de unas placas metálicas, que simularán mesas, puentes, o tribunas.
Precisamente
por tratarse del estreno, también a los actores se les notaban ciertos nervios
y algún leve trabamiento en las declamaciones más complejas, además de algún accidente
como el tropiezo entre bambalinas o la rotura del martillo, totalmente perdonables
debido a que cada actor representa varios personajes. Por lo general, las
interpretaciones fueron correctas, y seguro irán mejorando junto con la puesta
en escena conforme pasen las representaciones. Esperamos que las haya.
Los
cambios de escenas se realizan con rapidez y precisión, con acertada música de fondo
de estilo folk. De hecho, el propio autor compuso varias piezas para ser
interpretadas durante la obra, aunque seguramente no existen copias de las
mismas y cada director suele apostar por distintas temáticas o estilos. El folk
suele ser el más utilizado.
Si
hubiera que criticar algo de la historia, sería la broma “demasiado fácil” y
recurrente (llevamos dos obras consecutivas viéndola) de imitar al rey de
España para simbolizar al rey del cuento en cuestión. Si no es para forzar la
carcajada del público, no tiene sentido.
Como
curiosidad para quien no se haya dado cuenta, la historia es la total
contraposición a la historia bíblica del rey Salomón, que cuenta cómo es la
madre biológica quien se niega en rotundo a que sacrifiquen a su hijo y quien
por tanto lo obtiene al fin, a pesar de que quien haya estado cuidándole sea la
“madre postiza”. Personalmente, vemos mucho más sentido a la historia que nos
acontece.
Nota:
3/5
“El
círculo de tierra”, adaptación de “El círculo de tiza caucasiano”, de Bertold
Brecht, por Ion Iraizoz. Reparto: Leire Ruiz, Inés Bengoa, Eneko Otermin, Ramón
Marco, Ion Iraizoz, Sergio de Andrés, Asun Abad. Dirección: Ion Iraizoz.
Duración: 90 minutos.
Teatro
Gayarre, 9 de mayo de 2012.
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