Miente
quien diga que Arturo Fernández no es uno de los referentes de nuestras tablas,
uno de los actores más queridos y carismáticos de nuestra escena y alguien que
ha creado escuela, una manera de interpretar que, guste más o menos a espectadores
concretos, tiene un éxito para nada efímero.
Muestra
de ello es su “nuevo espectáculo” (lleva más de un año con él), que aparca en
el Gayarre de Pamplona esta semana, de lunes a viernes, como evento teatral
destacado de las fiestas de San Fermín del presente año. Tuvimos la oportunidad
de disfrutar su primera función.
La
propuesta tiene el título “Los hombres no mienten”, con el “no” tachado en el
cartel de presentación de la obra, como referencia a lo que podemos
encontrarnos en esta pieza. La obra trata sobre, como es lógico, mentiras,
infidelidades, sexo, la erosión en la pareja, y algún otro tema, siempre con un
nexo cómico de unión.
Es
un montaje dirigido, principalmente, para la gente mayor. Son los que más lo
disfrutarán. Dirigido por el propio Fernández, la obra obtuvo el premio Molière
2010 en París, aunque mucho han debido adaptarla si realmente fue la mejor obra
de aquel año.
Dejemos
por un momento a un lado el hecho de que Arturo Fernández se presenta mejor que
nunca, a sus 83 años (aunque aparente sin problema veinte menos), dominando el
territorio escénico cual si fuera el mejor torero en la plaza más fácil, con
una presencia, actuación y proyección de voz insuperables, y mostrando una
afinidad con su público pocas veces vista.
Pasemos,
por tanto, a hablar de la obra en sí. En la primera escena (larguísima), el
matrimonio se confiesa sus relaciones extramatrimoniales, reservando alguna
sorpresa. En la segunda parte, el tercero en discordia (o eso parece) es
invitado a una comida en la casa de los primeros (impresionante decorado, por
cierto), donde se le intentará arrebatar una confesión. Y en la tercera escena,
se descubre el tomate.
A
la función le sobra, como poco, media hora. Y las interpretaciones, salvando a
Fernández, dejan bastante que desear. Sonia Costelo, de impecable dicción (se
nota su preparación como presentadora de informativos en Galicia), se presenta
demasiado exagerada en ciertas escenas; y Carlos Manuel Díaz, se enfrenta a su
personaje de manera algo más correcta, pero muy desigual, soltando unos chillos
en momentos puntuales que hacen al espectador sentirse incluso incómodo debido
a semejante histrionismo.
Por
otra parte, nos parece que en este tipo de obras, en las que la improvisación
juega un papel importante, hace falta una compenetración en el reparto que en
esta ocasión no se muestra. Fernández es el rey de la improvisación, pero sólo
en primera persona. Incluso a veces se suelta tanto que olvidará líneas de
texto por momentos o dirá involuntariamente pasajes que desvelan cómo será el
final, sin necesidad. Esto es perdonable, pues lo salva sin problema. Pero no deja
pie a sus compañeros, ni es generoso a la hora de dejarles intervenir. Sus “no,
quédate calladita” o “déjame hablar, déjame hablar” muestran cierto grado de
soberbia innecesaria a la hora de actuar, y la búsqueda obligatoria de la
carcajada.
El
desenlace de la función está, sin embargo, más conseguido, y el mensaje final
del protagonista no desentona en absoluto. Sin embargo, la sensación general
que nos queda es la de una obra floja, demasiado larga y no especialmente bien
interpretada, pero que tiene y seguirá teniendo éxito, debido al cariño que el
público tiene a Arturo Fernández, al que, si se es aficionado del teatro, hay
que ver al menos una vez en la vida.
Valoración:
2/5
“Los
hombres no mienten”, de Eric Assous. Repartó: Arturo Fernández, Sonia Castelo,
Carlos Manuel Díaz. Dirección: Arturo Fernández. Duración: 110 minutos.
Teatro
Gayarre, 9 de julio de 2012.