martes, 19 de febrero de 2013

Bodas de sangre



Lorca es, sin duda, uno de los autores españoles más representativos y más completos de nuestra historia, pues reunió en una misma persona poesía, teatro, literatura y música. Sin embargo, también es uno de los autores más complicados de representar correctamente y uno de los más variables en cuanto a la calidad de sus obras se refiere. Probablemente debido al amor por su patria y a los avatares que debió sufrir en ella hasta que murió con corta edad, sus dramas son rurales pero extremadamente duros para tanto público como intérpretes.

“Bodas de sangre” es una de sus obras más conocidas, y uno de sus dramas más complicados, pues aúna la historia de una familia desgarrada, algo de por sí poco fácil de levantar en escena, con el poder de la simbología, lo que enreda aún más el experimento. Antes de asistir a una representación lorquiana, ayuda inimaginablemente saber, por ejemplo, que la luna simboliza la muerte o que el caballo es signo de virilidad y pasión sexual.

Para quien no conozca la historia, “Bodas de sangre” habla de un futuro matrimonio entre los hijos de dos familias, cada una con su particular historia. La madre del novio ejerce gran influencia sobre el Novio, y vive atormentada por el fallecimiento de su marido y su joven hijo; y la Novia se verá acorralada, en los momentos previos a la boda, por un antiguo amor que ya creía olvidado pero que invertirá el rumbo de los acontecimientos. No es cuestión de desvelar más, al tratarse de un montaje que tarde o temprano vuelve a las carteleras, y ya el propio título se encarga de dejar patente que el final no será muy alegre.

La compañía El Bardo ha optado por una escenografía austera, gran acierto, basada en un par de biombos, unas sillas y algún elemento de atrezzo colocado en las escenas correspondientes. Lo mismo puede decirse del vestuario. Y la iluminación está acertada igualmente imprimiendo, con ayuda de la interpretación actoral, la sensación de que en el escenario se sufre realmente el caluroso verano del que tanto se quejan los personajes.

Se nota una interpretación actoral respaldada por bastante trabajo. Lástima que no pueda decirse lo mismo de las partes cantadas. Se ha intentado que la mayoría de los actores tengan su correspondiente pasaje de canto, y quizá sea demasiado pedir. La escena de los tres leñadores resulta, a pesar de que dura poco, demasiado tediosa y hace que atención y concentración desciendan en picado. Otras partes musicales, como el comienzo del espectáculo como ejemplo más claro, son excelentes y ayudan a meter al personal en el terrible acontecimiento a punto de suceder.

El reparto es amplio, de diecinueve personas, con todo lo que esto conlleva. Dependiendo de quién esté en escena, al tratarse de una compañía semi-profesional, el nivel varía considerablemente. Muy notable la Novia, un personaje nada sencillo debido a la variación de personalidad que ha de sufrir dependiendo de ante quién se encuentre; correctísimo el Novio, con una naturalidad y una cercanía que consigue acercar el clásico a nuestros días, logrando que el público se identifique con lo que le sucede; graciosa la Criada (quizá algo desbocada en ciertos pasajes); y muy bien la Madre, mejor de lo esperado: se trata de un papel muy complicado, y salvando algunos excesos gestuales, logra casi siempre convencer. Mención especial para el papel de la Suegra, quien rezuma tristeza tanto en su escena con la Mujer de Leonardo como en el dueto musical entre ambas que habla, como no podía ser de otra manera, de la luna.

Valoración: 3/5

“Bodas de sangre”, de Paco Ocaña. Reparto: Carmen Nadal, Covadonga Peralta, Carol Vázquez, Imelda Casanova, Raquel Aldaz, Elena Uriz, Ana Belén Cabrera, Noemí Alcalá, Lara García, Joana Gorriti, Javier Chocarro, Xabier Flamarique, Pablo Asiain, Javier Briansó, Urko Ocaña, Ekhi Ocaña, Fernando Eugui, Manolo Almagro, Txuma García. Versión y dirección: Paco Ocaña. Duración: 95 minutos.

Teatro Gayarre, 4 de febrero de 2013.

martes, 12 de febrero de 2013

El atribulado voto de la señá María



Podría decirse que la crisis económica ha abierto un nuevo umbral dentro del mundo del teatro y las demás artes. Parece como si un nuevo género (paralelo al drama, la comedia, etc.) se hubiera establecido, pues lo raro es no encontrar en la cartelera varias obras que hablen de este tema y las consecuencias que conlleva. A éste se ha sumado un subgénero que habla de la imperdonable corrupción política, cada vez más presente en nuestros días.

Al hilo de este tema se nos presenta “El atribulado voto de la señá María”, título basado (sólo el título) en la novela de Delibes “El disputado voto del señor Cayo”. Se trata de una sátira divertidísima que acerca la situación actual al público, poniendo como protagonistas a un político que por fin tendrá su oportunidad de hablar en el Congreso sobre un tema que, por supuesto, desconoce, y a su madre, una anciana algo peculiar.

Se trata de una comedia en tiempo real, para que el público no sólo lo pase en grande sino que también recapacite sobre qué clase de gente nos gobierna, ésa clase de gente que debería ser un servicio público y un oído nacional de las necesidades y quejas del pueblo, no aquello en lo que se han convertido.

El espectáculo comienza de forma vertiginosa, quizá demasiado, aunque es buena medida para atrapar a espectadores despistados, y logra mantener el ritmo durante toda la función, además de pasar de la comedia al drama de la manera más inesperada. Posee el divertido texto una dificultad añadida, y es que suceda a tiempo real. A pesar de que para algunos pueda parecer más sencillo, el viaje emocional por el que han de pasar los personajes ha de ser palpable por el público. No lo justifica que entre escena y escena hayan pasado días o semanas, sino que se ha de ver desde las butacas.

Marta Juániz y Miguel Munárriz, de lo mejorcito que puede encontrarse en cuanto a interpretación sobre las tablas navarras, presentan una obra original (escrita por el propio Munárriz) que quizá peque de escasa duración. Si los diálogos fueran algo más calmados y algunos silencios se aprovechasen un poco más, este tema podría solucionarse sin modificar absolutamente nada el texto.

El sencillo pero acertado decorado hace que la pelota pase directamente a los actores y su buen hacer. Ambos están espléndidos, y ella en particular. La creación de la señá María está cuidada al mínimo detalle, desde la posición en el sofá hasta la limpieza de las comisuras; Juániz vuelve a sorprender así ofreciendo algo que nada tiene que ver con lo que le hemos visto hacer hasta ahora. Munárriz tiene un papel mucho menos lucido, pero sabe aun así darle la grandilocuencia y el histrionismo que este tipo de comedias necesitan. Además, es de admirar su generosidad al escribir un texto de dos personajes con tan desigual protagonismo, legando el “papel bueno” a la otra persona. Felicitaciones a ambos.

Valoración: 3,5/5
“El atribulado voto de la señá María”, de Miguel Munárriz. Reparto: Marta Juániz, Miguel Munárriz. Dirección: La Nave. Duración: 55 minutos.
Civivox Iturrama, 7 de febrero de 2013.

jueves, 7 de febrero de 2013

Cinco horas con Mario


 


 Cuánto falta por aprender a esta nueva generación de actores televisivos (no a todos, por supuesto) que asoma inmerecidamente por las pantallas de nuestros televisores, y a la vez, cuánto por reconocer a intérpretes algo más maduros, perfectos en su expresión tanto física como hablada. Seguramente pocos de los primeros se habrán acercado al céntrico teatro madrileño Arlequín a disfrutar del espectacular monólogo “Cinco horas con Mario” de Delibes, y de su Carmen Sotillo, una incomparable Natalia Millán.

Reflejo de una época, una de las más complicadas en España, el archiconocido “Cinco horas con Mario” es, a simple vista, un monólogo-conversación entre una viuda y su marido recién fallecido, de cuerpo presente. Estamos en 1966, y la mujer vela por su esposo cuando todas las visitas se han marchado. En la pieza iremos descubriendo conflictos, reproches e inseguridades del matrimonio y de ella misma, así como un análisis del enfrentamiento entre las dos Españas de aquel entonces.

El decorado del montaje resulta muy atractivo, y tremendamente coherente con la historia y el tiempo en que se enmarca la obra, a la vez que su sobriedad ayuda a centrar al público en el imponente texto. Además, la iluminación está justamente calibrada, ensalzando ciertos momentos y haciendo más íntimos otros, sin que el espectador se dé cuenta siquiera de que está modificándose. Aunque parezca algo poco importante, sería interesante saber hasta qué punto los cambios de iluminación atrapan la atención de forma involuntaria, pues seguro que no es poco.

Por si no fuera suficientemente complicado el reto para una sola intérprete, ha de lidiar con el conocimiento de que la obra fue “propiedad” de Lola Herrera durante casi treinta años, convirtiéndose en su montaje cumbre y, en algunos momentos, confesión íntima sobre su propia vida (recomendamos la excelente película “Función de noche”).

Natalia Millán no sólo supera con creces las adversidades de este complejo papel, sino que consigue transmitir una naturalidad que asusta en Carmen Sotillo, dándole tanto el tono como la apariencia física idóneos. Los movimientos, tan sencillos, llevan un trabajo detrás que poca gente podrá imaginar; y la dicción es simplemente perfecta. Como curiosidad, maravilla escuchar por una vez las “LL” bien pronunciadas, como antaño, algo por desgracia ya perdido.

No mucha gente conoce, fuera del ámbito teatral, a esta gran actriz. Durante su carrera ha ido tocando todos los palos; desde la Compañía Nacional de Teatro Clásico hasta protagonizar musicales como “Cabaret” o “Chicago”, pasando por otras joyas como “El mercader de Venecia” o “Anfitrión”, de Plauto. Viéndola ahora en este “Cinco horas con Mario” parece que el papel esté hecho para ella, a su medida, y que lleve toda la vida encarnando la desesperación y la angustia de esta triste e insatisfecha mujer.

Si bien es cierto que el texto es largo, tedioso de aprender y en ocasiones muy centrado en situaciones cotidianas, simbólicas, acompañantes de la época y no poseedoras de acción, da mucha pena ver el teatro prácticamente vacío y que tan poca gente pudiera disfrutar de tanto talento unificado en una magnífica intérprete defendiendo con maestría una obra muy nuestra.

Valoración: 4/5
“Cinco horas con Mario”, de Miguel Delibes. Intérprete: Natalia Millán. Directora: Josefina Molina. Duración: 105 minutos.
Teatro Arlequín, 29 de diciembre de 2012.