miércoles, 31 de julio de 2013

Tomás Moro, una utopía



Llega el calor, y con él también el fin de temporada teatral, y el momento en que surgen los distintos festivales veraniegos que encierran propuestas de lo más variado, como el Fringe madrileño, que llega estos días a su fin. Otros festivales, de mayor trayectoria, y algo más convencionales, son los que aprovechan espacios arquitectónicos únicos en su especie y muestran al público las recreaciones de clásicos tanto de nuestra dramaturgia como de la extranjera.

Uno de ellos, ya en su decimocuarta edición, y curioso por ofrecer teatro profesional en nada menos que las puertas de un hermoso castillo, es el Festival de Teatro Clásico de Olite, donde se programó el pasado fin de semana la última producción de la Unir, Universidad Internacional de La Rioja, “Tomás Moro, una utopía”, estrenada en el Festival de Almagro.

Escrita (revisitada, más bien), entre otros, por Shakespeare, y versionada por Ignacio García May, la obra está dirigida por la imparable Tamzin Townsend. La historia de Tomás Moro es bien conocida, si no por cultura general, por la famosa película “Un hombre para la eternidad”, aunque en esta ocasión es un planteamiento diferente para el mismo personaje.

Así como el largometraje se centraba en el proceso completo de discusión entre Tomás Moro y Enrique VIII acerca de la separación entre monarquía e Iglesia, la obra de teatro procura recortar pasajes menos importantes para centrarse en decisiones fundamentales de la historia tomadas por personajes como Cromwell, Rochester o Wolsey y añade otras escenas algo innecesarias pero más ligeras y atractivas; da de esa forma mayor importancia al entretenimiento y al “hecho teatral” que a lo histórico.

Se centra en el personaje de Tomás Moro como trabajador, marido, padre, preso, etc. Moro es otra de las figuras vilipendiadas de la historia, al igual que pasaba con Helena de Troya en “Juicio a una zorra”. Es alguien que no recibió mayor reconocimiento, y sin embargo estuvo dispuesto a perder familia, amistades y llegar hasta la muerte sólo por defender aquello que creía correcto, siempre manteniendo alertas la inteligencia y un sentido del humor que, en ciertos momentos, resulta escalofriante.

Vestuario y escenografía simples; reparto cohesionado, sin altibajos. José Luis Patiño realiza una labor encomiable encarnando a Tomás Moro, ofreciendo al personaje gran dosis de empatía con el público, como ha de hacerse cuando se intenta acercar un personaje histórico relevante que dota de poca repercusión a los espectadores; la gente no ha de olvidarlo. Richard Collins-Moore es la otra cara de la moneda: narrador, actor, historiador, etc. Son muchos los papeles que, sin cambio de vestuario, construye este intérprete más que solvente y de gracia natural. Impresionante el momento del pañuelo actuando ante junto a Moro. Ambos levantan el montaje sin problema.

A resaltar las proyecciones en el decorado trasero, que si bien no son imprescindibles, ayudan a ambientar cada escena en su contexto, y los palos situados a los lados del escenario, que sirven de apoyo a los actores para resaltar pasajes importantes, elevados a distintas alturas.

Es un montaje que quizá no atraerá por sí solo a demasiado público a los teatros sin estar enmarcado en, como decimos, un festival de teatro clásico de renombre. No en estos momentos de deceso, al menos. Aun así, la obra tiene calidad, es muy entretenida y además se aprende, cosa que no siempre puede decirse, y es algo muy positivo de los festivales de clásicos.

Valoración: 3,5/5

“Tomás Moro, una utopía”, de Shakespeare, Munday, Chettle, Dekker y otras fuentes. Versión de Ignacio García May. Reparto: José Luis Patiño, Richard Collins-Moore, Lola Velacoracho, Silvia de Pé, Sara Moraleda, Manu Hernández, César Sánchez, Paco Déniz, Chema Rodríguez-Calderón, Jordi Aguilar, Ricardo Cristobal. Dirección: Tamzin Townsend. Duración: 100 minutos.

La Cava, Festival de Teatro Clásico de Olite, 27 de julio de 2013.

sábado, 27 de julio de 2013

La dama duende


Hace algo más de un mes nos dejó quien siempre será uno de los mejores directores de escena que ha dado el mundo del teatro en España. Se trata de Miguel Narros, profesional de trayectoria intachable. Catedrático de la Real Escuela de Arte Dramático y Premio Nacional de Teatro en dos ocasiones, además de multitud de otros premios en su haber. Fue director de más de cincuenta obras profesionales, siempre poniendo en pie a los dramaturgos más importantes de la historia. Claros ejemplos son Lorca (“Yerma”, 2012; “Doña Rosita la soltera”, 2004), Chejov (“Tio Vania”, 2002; “Las tres hermanas”, 1960), Miller (“Panorama desde el puente”, 2000), Shakespeare (“Sueño de una noche de verano”, 1986; “El Rey Lear”, 1967) o Strindberg (“La señorita Julia”, 1961), entre muchos otros.

Sin saberlo, nos ha dejado un legado precioso, de nuevo mostrando qué era lo que mejor sabía hacer. Hace escasos meses se estrenó “La dama duende”, de Calderón de la Barca. Narros ha acertado en multitud de ocasiones, aunque también falló en muchas otras. No es cuestión de, innecesariamente, ensalzar una figura que por sí sola permanecerá como un referente teatral (pero los referentes siguen siendo humanos, con éxitos y fracasos). Lo mismo pasa con este clásico; tiene sus puntos fuertes y sus flaquezas.

Por suerte, “La dama duende” es un montaje que gustará y que, como queda apuntado, servirá como despedida. Se trata de una divertida historia de amor encuadrada en el subgénero de capa y espada. No es, por tanto, ni la mejor ni una obra al uso de Calderón (sería apenas un año después cuando magistralmente trazó “La vida es sueño”), pero sí que son reconocibles esos densos versos que esconden mucho más de lo que dicen, y ya de por sí no cuentan poco. Quizá lo más curioso de esta pieza es el intercambio de papeles en el cortejo. Esta vez es la dama “invisible” quien va enamorando al caballero, y no al revés, llegando a pensar éste que se trata de un duende que se cuela en su habitación a dejarle mensajes.

El principal problema de la producción es el largo metraje. Son dos horas y media largas para contar una historia bellamente escrita, pero que no pasa de ser un ligero cuento de amor entre dos personas que no se conocen. Es honroso el mérito que conlleva ser escrita a comienzos del S.XVII, pero por muchas visiones ocultas que se busquen al texto para ensalzarlo (enfrentamientos entre hermanos, encerramiento casi monjil de la dama, la oscuridad general, etc.), la trama no encierra más.

Vestuario y escenografía son correctos, sin que nada resalte en exceso, pues a lo que quiere darse importancia es claramente al verso y a los actores. El reparto es muy solvente, salvo en contadas ocasiones. A la dama, Doña Ángela (Palazón) le cuesta arrancar, y tiene ciertos problemas de voz en comparación con sus partenaires, si bien también influye que el resto clama el verso a un volumen innecesariamente alto, como marca últimamente la tradición. Hay que esforzarse porque cada sílaba llegue al espectador, cierto, pero no es la única solución la de gritarlo. Aun así, en un cuento de personajes tan histriónicos y exagerados, no resulta molesto un tono más elevado, si bien hay que cuidar que el equipo sea compacto en ese sentido.

Excelente el Don Manuel de Chema León, defendiendo un texto que pocos actores podrían aprenderse y comprender tan bien, aportándole ese toque bobalicón y enamoradizo; y sublime y divertidísimo el Cosme de Iván Hermes. Gracioso, pero mucho más forzado el Don Luis de Marcial Álvarez, que a pesar de ello, gustó y gustará allá donde vaya. Y excepcional por último la Isabel de Mona Martínez; así se construye un papel secundario. Si un papel está bien escrito y se defiende como debe, no importa que sea pequeño, pues se deja ver, y mucho.

En septiembre, el montaje tendrá la parada que merece en el Teatro Español. Se plantea como un homenaje al que fue director del mismo edificio en dos ocasiones, pero es cierto que la calidad del montaje y del reparto lo merece. Se nota que el director pidió a los actores para esta obra la vida que él mismo veía que se le marchaba, y lo consiguió. Recomendable.

Valoración: 3,5/5
“La dama duende”, de Pedro Calderón de la Barca. Reparto: Chema León, Iván Hermes, Diana Palazón, Marcial Álvarez, Mona Martínez, Emilio Gomez, Eva Marciel, Paloma Montero, Antonio Escribano. Director: Miguel Narros. Duración: 155 minutos.
La Cava, Festival de Teatro Clásico de Olite, 24 de julio de 2013.