jueves, 27 de diciembre de 2012

La anarquista



Tras pasar 35 años en la cárcel, una mujer acusada de asesinar a un policía se juega su liberación en una última entrevista con la funcionaria que debe informar sobre su caso. Es la premisa que presenta el último trabajo de David Mamet, estrenado simultáneamente en Broadway (dirigido por él mismo) y en la Sala Pequeña del Teatro Español. En Nueva York apenas ha durado dos semanas en cartel (17 funciones más las previas), a pesar de ser dos iconos con tirón las protagonistas: Patti LuPone y Debra Winger.

La función habla de dos personas completamente antagónicas. Cathy, una revolucionaria de los años sesenta; y Ann, la funcionaria que la interroga y cuya profesión ha convertido su primera vocación de servicio y ayuda en la completa certeza de que el arrepentimiento y la conversión no existen. La primera ha conseguido levantar un estatus y reconocimiento dentro de la cárcel; la segunda ha perdido su vida en la difícil misión de distinguir dónde termina el deber y comienza el poder y la invasión de intimidad ajena. Ambas están encerradas, pero en cárceles distintas.

De nuevo Mamet pone frente a frente a dos únicos personajes, esta vez en una conversación en tiempo real, cuyo género es irrelevante (podrían ser dos hombres o uno de cada género), y será la conversación el motor de la escena y la acción. El autor asegura que no se trata de un debate político. Por supuesto que lo es; de hecho, sirve como base para hilvanar la discusión de temas tan jugosos como el Estado, la religión, el sexo o la privacidad, entre muchos otros. Quizá Mamet lo mantenga para que el público no se haga una idea de su posicionamiento personal, pero lo político está más que presente a lo largo de toda la función.

Ambas posturas están muy bien presentadas, y el texto no pierde interés en ningún momento. A lo largo de la obra se van desgranando frases antológicas, de las que cuesta entender por completo más tiempo del que se nos permite y de las que surgirían debates ciertamente interesantes; nos queda el deseo incumplido de verla de nuevo para poder captarlas mejor. Un claro ejemplo, aplicable a tantas economías actuales es “El país agoniza en bancarrota, y sus hijos gandules se pelean por el testamento”.

Interpretativamente se trata de un espectáculo que demanda mucho. Ambas actrices responden con creces a las expectativas. A una estupenda Magüi Mira (quizá algo desconcentrada al inicio de la función), sobre la que recae el mayor peso, le da la réplica una perfecta Ana Wagener, quizás entre las mejores actrices que tenemos actualmente (tres días después de terminar “La Anarquista”, retomará “Málaga”, de Bärfuss). Es un tour-de-force difícil, de estar a flor de piel, y más si cabe debido a la curiosa forma de escribir de Mamet, con diálogos solapados y muy complicados de memorizar, pues vuelven constantemente sobre el mismo tema cuando el público menos lo espera.

Desconocemos cómo se presentaría la versión de Broadway, si bien es cierto que allí son mucho más estrictos; tras el primer día de estreno, ya se anunció su corta andadura. No es una obra larga, pero sí puede resultar algo ardua para espectadores poco asiduos al teatro. Dos únicos personajes, un solo decorado y una conversación que da que pensar, y mucho; si el público no se engancha desde el inicio, puede resultar muy tediosa. Aquí aplausos no faltaron, ni sobraron butacas; personalmente, fue un dulce.

Valoración: 4/5
“La anarquista”, de David Mamet. Reparto: Magüi Mira, Ana Wagener. Dirección: José Pascual. Duración: 70 minutos.
Teatro Español, Sala Pequeña, 27 de diciembre de 2012.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Noche de reyes




Shakespeare nunca defrauda. No importa cómo se represente ni los años que pasen. Sus diálogos siempre permanecerán vigentes e imperecederos. La riqueza de sus obras encierra tantos temas a estudiar y tan bien tratados que muy difícilmente podrá superarse. Hemos tenido la oportunidad de disfrutar de una de sus comedias románticas, que por supuesto posee todo lo que puede dar de sí este género. Se trata de “Noche de reyes”, actualmente en gira a cargo de la compañía de teatro clásico Noviembre.

Originalmente titulada “Twelfth night”, por tratarse de la duodécima noche desde Nochebuena, la obra comprende varias historias en cinco actos. En primer lugar, la separación de dos hermanos gemelos, uno de cada género, Sebastián y Viola, a causa de un naufragio. Ella, vestida de hombre, comienza a servir como paje en la corte del duque Orsino, del que se enamora profundamente. A su vez éste ama, siempre sin éxito, a la dama Olivia, que recientemente perdió a su hermano y que acabará prendida del falso paje del duque.

Paralelamente se sucede la historia de Sebastián, rescatado del naufragio por un capitán de barco. Termina casándose en secreto con Olivia, pensando ésta que se trata del paje. Mientras, discurren otros personajes, como el siempre presente bufón Feste, el borracho caballero Don Tobías Regüeldo, y los sirvientes María y Malvolio, entre otros. Precisamente a Malvolio, el mayordomo, logran convencerlo de que lo ama en secreto la dama Olivia, naciendo una de las confusiones más divertidas de la obra. El final, como es lógico, une en la misma escena a los dos hermanos (creyendo ambos al otro muerto) y casa a Viola con el duque.

Como presentábamos, “Noche de reyes” ofrece todo lo que puede dar una comedia romántica en teatro. Hay disfraces, que quizá no resulten tan atractivos en montajes modernos, pero sí antaño, cuando eran actores jóvenes masculinos quienes debían representar los personajes femeninos. También se parte de un comienzo trágico que deriva en dos bellas historias de amor por parte de los protagonistas. Y además la obra comprende temas más oscuros, como la vergüenza y las penurias del mayordomo Malvolio, hilarantes para el público pero extremadamente crueles, pues el personaje acaba encerrado en una celda y obligado a jurar las doctrinas de Pitágoras, tan contrarias a sus creencias.

La compañía Noviembre ofrece un montaje visual espectacular, disfrutando del momento como si de un juego se tratara, con música de salón que encaja a la perfección con el resto del puzzle, y con unas interpretaciones memorables por parte de todos, sin sobresalir nadie en ningún momento.

A pesar de todo, existe algo que no nos acaba de convencer, y es que todo se sucede demasiado coreografiado y poco sentido. Existe tal comprensión y dominio de la obra que parece que nada sorprenda ya a los actores. Quizá sea interpretación nuestra, pero para ello están las opiniones, y es la razón por la que quizá nos sobre algo de metraje. Las escenas parecen discurrir muy poco naturales, independientemente de lo exageradas que tengan algunas que serlo por obligación.

Aparte de ese pequeño apunte, se trata de un montaje que divertirá allá donde vaya, y aunque no se trate de la mejor obra de Shakespeare (ni de lejos), sí pueden observarse maneras que desembocarían pocos años después en sus mejores obras.

Valoración: 3,5/5
“Noche de reyes”, de William Shakespeare. Reparto: Arturo Querejeta, Daniel Albaladejo, Jesús Calvo, Francesco Carril, Beatriz Argüello, Fernando Sendino, Maya Reyes, José Ramón Iglesias, Rebeca Hernando, Héctor Carballo, Ángel Galán. Dirección: Eduardo Vasco. Duración: 115 minutos.
Teatro Gayarre, 28 de noviembre de 2012.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

No me hagas daño


Cuánto, y a la vez, qué poco se habla de la denominada “violencia de género”. Es un tema eterno, que siempre estuvo y siempre estará, que se tornó de candente actualidad hace unos años, y que vuelve a no interesar. Se ha convertido en algo habitual escuchar en los telediarios la muerte de otra mujer a manos de su pareja; ya no nos extraña. Paralelamente, se han escrito cientos de historias, dirigido mil y una películas y se ha intentado que el asunto recale en la sociedad. Por desgracia, siempre acabamos excusándonos en el socorrido “los trapos sucios de cada uno se solucionan en casa”.

“No me hagas daño” debería ser un montaje de obligado visionado para todo el mundo. Tiene sus más y sus menos, pero eso no significa que no pueda entenderse la historia ni el mensaje que trata de transmitir. No sólo se queda en lo que ya sabemos desde niños (“pegar es malo”); da un paso más allá e invita a la movilización, a que haga algo al respecto quien pueda hacerlo, quien se encuentre cerca de una situación así. No nos parece este blog un espacio de aleccionamiento para nadie y no entraremos más en materia, pero sí consideramos necesario comentarlo.

Es la historia de Luisa, un personaje imaginario y que resulta tan real, una mujer maltratada por un marido al que ama profundamente, una mujer con miedo y en soledad, sin ayuda. Él no responde al típico perfil del maltratador –si existe algo así-, sino que se trata de un aclamado profesor de universidad casado con una persona cuyos defectos le irritan profundamente.

En paralelo, tenemos a la hija de ambos, otra víctima que acaba por marcharse de casa cuando ya no es capaz de soportar que su madre no tramite una denuncia de una vez por todas; vemos también a un mediador familiar consciente de que gracias a su tratamiento el maltratador podrá verse libre de la cárcel; y a Charo, una joven latinoamericana aspirante a actriz, que cuando todo parece que ha terminado toma el testigo de Luisa, dando un comienzo distinto a la misma historia.

Nos resulta muy complicado criticar teatralmente una historia tan impactante, más aún cuando los personajes están tan sumamente llenos de emoción y cuando se lleva cada escena hasta un límite del que a los propios actores les cuesta recuperarse. Nos faltan palabras para describir el maravilloso y sobrecogedor trabajo de Maiken Beitia. Para preparar y retratar un personaje así no basta con quedarse sólo en la superficie, y eso se nota en que días después se nos siguen poniendo los pelos de punta. Sandra Ferrús ofrece un sobresaliente paralelismo a Luisa. Juntas son lo mejor del montaje.

El resto de interpretaciones, por desgracia, no están a la altura ni de la historia ni de las dos mujeres que ya hemos mencionado. El personaje de Paula no acaba de convencernos en sus maneras; nos recuerda peligrosamente a las niñas de las series para adolescentes que están tristes, pero enrabietadas, por causas tan trágicas como un suspenso o un sms del que no se recibe respuesta. No nos creemos que el personaje haya vivido todo lo que dicen. El maltratador sí está más conseguido, aunque la cansina entonación hace que sus monólogos resulten algo tediosos; acaba todas las frases en la misma nota, lo que resta melodía a unos pasajes muy bien escritos y que deberían ser mucho más cantados. Por último, al mediador familiar casi ni éramos capaces de entenderlo, aunque interpretativamente no estuviese mal enfocado.

Entendemos, que no excusamos, que la obra se presentó en la Sala Pequeña del Teatro Español, una maravilla de espacio en la que el público se sitúa a ambos lados del escenario, a veces a menos de un metro de los propios actores. Esto hace que cuando salen de gira (y eso que el Gayarre es de los pequeños) mantengan la tónica del antes suficiente susurro y los espectadores no sean capaces de escucharles ni desde la décima fila.

La historia está escrita con apabullante sensibilidad, y lo único que echamos en falta es un comienzo más calmado, no entrar tan rápido en materia. Al público no le da tiempo a reaccionar y para cuando consigue situarse en la trama, se ha contado demasiado. Tiene aun así un grueso y distintivo punto a su favor: el maltratador, como reseñábamos antes, responde a un perfil distinto al imaginado por una persona corriente, y el autor le ha aportado cierta humanidad que no vemos en otras historias sobre el mismo tema; podría enriquecerse aún más el personaje, aunque entendemos que a la hora de escribir, es muy complicado dotar de humanidad a un maltratador.

Por supuesto, no haría falta reseñar, pero lo hacemos, el sobresaliente acierto de centrar la obra en los actores y sus interpretaciones, con sólo dos sillas como decorado, sin jugar apenas con las luces ni sonido. Pensamos que tampoco sería lógico representarla de otra manera; y nos aventuramos a afirmar que resultaría incluso irrespetuoso. Genial el baile final con el necesario mensaje.

Desconocemos si seguirá de gira por mucho tiempo, o si su parada en Pamplona se debía a la procedencia de su protagonista; si se acerca a su ciudad, por favor, llenen el teatro y reflexionen. La historia lo merece, y se puede hacer mucho más de lo que parece al respecto.

Valoración: 3,5/5
“No me hagas daño”, de Rafael Herrero. Reparto: Maiken Beitia, Alfonso Torregrosa, Olaia Gil, Sandra Ferrús, Isidoro Fernández. Dirección: Fernando Bernués. Duración: 95 minutos.
Teatro Gayarre, 26 de noviembre de 2012.