Dos
mujeres coinciden en un taxi camino a Finisterre, el “fin del mundo”. Una de
esas ellas es Paz, una taxista gallega, y la otra Antonia, una peculiar
pasajera catalana que se dirige al susodicho destino para esparcir las cenizas
de su difunto marido en el mar. Juntas emprenderán una aventura sin vuelta
atrás en la que nada es lo que parece, ni siquiera una vez que el público
parece tenerlo todo claro. Cada una ha guardado durante años su historia a
escondidas, y todo saldrá a flote a bordo de ese taxi, o alrededor de él.
No
puede destaparse más de esta entretenida y salvaje historia. Cualquiera que no
sepa la sinopsis y simplemente vea el cartel podría pensar que se trata de una
versión modernizada y feminista de “Paseando a Miss Daisy”, de Alfred Uhry,
sobre todo sabiendo que la pasajera iba a ser interpretada, en un principio,
por la veterana Ana Diosdado. Nada más lejos de la realidad. Un humor mordaz,
irónico y bastante bestia, principalmente en la segunda mitad de la pieza,
colman una obra que busca sin excusas la libre carcajada del personal.
Si
bien es cierto que la trama está plagada de giros inesperados, por momentos se
echa de menos un humor algo menos escatológico y deslenguado. Hay escenas
bastante tópicas, como la del vino, y quizá no le haga daño un recorte de un
cuarto de hora al montaje, de modo que pueda resultar menos repetitivo. Los parlamentos
finales son demasiado largos para lo que se cuenta (hablan de temas que podrían
dar mucho de sí, pero tampoco están tan bien escritos).
Eva
Hache se aleja por una vez de su faceta como monologuista para ofrecernos un
protagonista en una obra cómica. De partida debería ser suficiente para que no
parezca que seguimos asistiendo a un programa del Club de la Comedia, pero no. Sigue
manteniendo sus dejes, que sin duda le funcionan y es lo que la mayor parte del
público va buscando. Aunque nos parezca una excelente monologuista, esto no es
suficiente para los que somos, en teoría, más exigentes. Simplemente no notamos
diferencia.
Lo
mismo pasaba con “la Hierbas” de Isabel Ordaz cuando asistimos, allá por 2006, a
la desconcertante “Cuando era pequeña, gritaba”, de Sharman McDonald, un drama
en toda regla en el que los espectadores se partían inexplicablemente de risa
en casi todas sus intervenciones.
La
“partenaire” de Hache, Ángeles Martín, sí que acierta en la creación de su
personaje, y aunque no pudimos ver su anterior montaje, “La familia de Pascual
Duarte”, de Cela, apostamos que el cambio de registro no ha podido ser más brusco.
Nos presenta a una despistada y delirante catalana, con un rico despliegue de
matices y caracterizada además para parecer de edad algo más avanzada. Es quien
recibe las mayores carcajadas como respuesta, sin que parezca que las va
buscando, al contrario que su acompañante, y demuestra mucha experiencia
teatral a sus espaldas. Aun así, la química entre ambas es innegable.
Con
un decorado sencillo y peculiar, centrado en un coche (del que entran y salen
las protagonistas para dar más dinamismo a la acción, algo que se agradece), unas
estructuras negras a cada lado y muy poco atrezzo, “Fisterra” es realmente un “tour
de force” actoral que cojea intermitentemente de una pata, y un texto muy
cómico pero también extremadamente trillado.
Tras
el musical “Pegados”, que recibió dos premios Max, el binomio Ferrán
González-Víctor Conde parece que sigue funcionando para la mayoría del público,
que salió encantado de esta función. Aun así, algo nos dice que esta nueva
pieza, a pesar de ofrecer un rato agradable, no va llevará una andadura tan
larga ni críticas tan unánimes como aquélla. Hay mucho y mejor para ver.
Valoración:
2,5/5
“Fisterra”,
de Ferrán González. Reparto: Eva Hache, Ángeles Martín. Dirección: Víctor
Conde. Duración: 100 minutos.
Teatro
Gayarre, 15 de marzo de 2013.