lunes, 29 de octubre de 2012

El proyecto Laramie


En octubre de 1998 un estudiante homosexual de 20 años fue apaleado en Wyoming, Estados Unidos, y días más tardes murió a causa de las heridas provocadas por sus agresores. Se llamaba Matthew Sheppard y su figura y su historia se convirtieron en un símbolo de la lucha de los homosexuales por el reconocimiento de sus derechos. “El proyecto Laramie” recoge la historia y la representa dentro del género de teatro documental, con ocho actores que dan vida a más de 70 personajes. Tuvimos la ocasión de asistir al que, creemos, fue su fin de gira, tras una larguísima trayectoria de dos años.

Los agresores fueron dos compañeros del joven. El suceso conmocionó al país y el grupo Tectonic Theater viajó a Laramie para entrevistarse con sus habitantes y recoger el máximo número de puntos de vista como fuera posible, con la valiente idea de montar una obra de teatro que diera a conocer este fatídico hecho por el resto del mundo. En total, se hicieron con más de 200 testimonios.

En la obra se habla de Laramie por establecer como punto de partida un nombre simbólico. Sin embargo, lo que narra podría extrapolarse a cualquier punto del mundo. ¿Qué problemas puede tener una sociedad que no condena, ya de primeras, un crimen así? El montaje disecciona hasta los puntos de vista más conservadores, para ofrecer al espectador una gran magnitud de puntos de vista con los que puede, o no, estar de acuerdo. Durante la obra, testifican amigos de la víctima, sus familiares, conocidos, incluso los propios asesinos…

Esto es lo curioso de “El proyecto Laramie”: el teatro documental (o teatro denuncia). Con un planteamiento visual muy similar a la reciente maravilla “Nuestra clase”, dirigida por Carme Portacelli, la que nos trata requiere un trabajo superior que aquélla por parte del público. Cuenta más y emociona menos.

No es fácil conseguir atrapar e introducir en la historia a una sala si se representa un montaje de estas características, y aunque cuenta con momentos estelares impactantes (el joven actor, la amiga revolucionaria, la madre de la policía…), personalmente, no nos pareció un espectáculo todo lo estremecedor que debería. Sólo con narrar un argumento así, el público debería revolverse en sus butacas, y eso no sucedió en ningún momento. Pensamos que, por desgracia, sobra metraje.

El trabajo actoral es notable. Salvo por algún altibajo en el que, por decir uno bastante grave, la voz no consigue proyectarse del todo y no se entiende el texto, la compañía constituye un elemento coral sólido. No hay actor que sobresalga por encima de otros, pero tampoco asistimos a las interpretaciones del año.

Positiva también la dirección, que escoge la noble opción de librarse de elementos decorativos y centrarse en lo que se cuenta. Estamos totalmente de acuerdo, y es como debe plantearse, pero sigue faltándonos algo más, como los tímidos pasajes con las linternas, que distraen durante unos segundos, pero no son suficientes.

En conclusión, se trata de una historia tremendamente impactante, de obligado visionado, o al menos lectura, pero que en esta ocasión no conmueve lo que merece.

Valoración: 2,5/5
“El proyecto Laramie”, de Moisés Kaufman y Tectonic Theater. Reparto: Ana Cerdeiriña, Mónica Dorta, Iñaki Guevara, Jorge Muriel, Diego Santos, Consuelo Trujillo, Victoria dal Vera, Antonio Mulero-Carrasco. Dirección: Julián Fuentes Reta. Duración: 140 minutos.
Teatro Gayarre, 20 de octubre de 2012.

jueves, 25 de octubre de 2012

Follies



Aunque con retraso debemos hablar de uno de los montajes estrella de la pasada temporada. Se trata, nada menos, que de “Follies”, musical escrito por el gigante Stephen Sondheim. Tuvimos la enorme suerte de poder asistir a su última función en el emblemático Teatro Español de Madrid, coincidiendo con el también último día de Mario Gas como director general de este espacio (además de serlo del fabuloso montaje).

Conviene detenernos en Gas, antes de comenzar a desgranar esta particular joya. Pocos directores (quizá ninguno), de teatros públicos o privados y de escena han hecho tanto por el mundo del espectáculo de este país como Mario Gas. En los ocho años que ha estado al frente del Español no sólo ha creado una de las mejores programaciones de toda la red de escena (objetivamente hablando), sino que ha sido el precursor de la apertura de dos nuevas salas en el Matadero, donde hay cabida para montajes de mayor envergadura. Sus propuestas, siempre arriesgadas, prácticamente siempre acertadas, han demostrado que al frente de instituciones públicas han de situarse personas sabias, con experiencia y ganas de trabajar. Sólo queremos, desde este humilde espacio, agradecerle su labor profesional tanto como se hizo en esa calurosa despedida que le regaló el público de Madrid al terminar la función que nos trata.

“Follies” habla de una reunión, que da lugar en un teatro ya ruinoso de Broadway visto para su demolición al día siguiente, de un grupo de personas que trabajó en él hace muchos años atrás. La historia se centra en dos parejas, Buddy y Sally, y Benjamin y Phyllis. Ellas fueron chicas de variedades en ese teatro, y ellos los galanes que iban a buscarlas a la salida. Ambas parejas se encuentran completamente infelices con su matrimonio; Buddy, vendedor, tiene una amante; Sally sigue enamorada de Benjamin tras todos estos años; éste se ha convertido en un hombre absorbido por su propio éxito; y Phyllis se encuentra emocionalmente abandonada.

Lleno de canciones que ya se han convertido en clásicos dentro del género, “Follies” no es un musical al uso, en el que los temas sirven para apoyar la escena de turno, sino que las propias melodías suman acción al montaje y hacen que continúe la historia. Otra de las diferencias recae en que el género del teatro musical, con todos los respetos (somos muy asiduos a él), suele centrarse en temáticas muy simples, y se sustentan principalmente por el acierto al escoger la lista de canciones a interpretar. Prueba de ello son “Grease”, “Fiebre del sábado noche”, “40”, etc., que sin mostrar historias de contenido que podamos denominar “profundo”, tienen su público y un éxito abrumador.

“Follies” es una historia sobre el amor, la decadencia, la vejez, la ilusión de un recuerdo, la pérdida de la pasión, la erosión que produce el tiempo en las relaciones, y muchos otros aspectos de los que se ríe y por los que sus personajes sufren casi a gritos. Es Sondheim un gran observador y entendedor de la personalidad y comportamiento humanos, lo que refleja a la perfección en sus creaciones; puede que su visión sea peculiarmente oscura, pero nadie puede afirmar que sea la incorrecta. Si a eso sumamos su habilidad para componer música tan bella y compleja, está claro que hablamos de un espectáculo que entretendrá hasta a quien no busque más que pasar un buen rato y no quiera darle vueltas a temas más arduos (siendo esto igual de respetable, claro).

Un enorme y excelente reparto de artistas, de larguísima trayectoria todos, encandiló al personal desde el momento en el que comenzaron a desfilar las “Beautiful girls”. Pep Molina (actualmente de gira con “Subprime”) construye un notable Buddy, todavía enamorado de la infeliz Sally, soberbia Muntsa Rius, con las mejores cualidades vocales del cuarteto protagonista. Vicky Peña (pronto en “El diccionario”) crea una arrebatadora Phyllis, sabiendo sacar todo lo que el personaje esconde, sin necesidad de poseer una memorable voz. Dejó claro que el secreto está en ponerse al servicio del personaje; su rendición del clásico “Could I leave you?” se nos quedará grabada por mucho tiempo. Aunque la sorpresa vino de mano del excelente Carlos Hipólito (actualmente en “Sonrisas y lágrimas”), un grato descubrimiento como cantante, nueva cualidad a la que aplicó sus de sobra conocidas dicción y claridad. A destacar ese momento bajando las escaleras casi al final, como cierre del medley “Loveland”; nunca habíamos visto tanta galantería descendiendo tantísimos escalones sin siquiera mirarlos.

Además, una inmensa Massiel desgrana el mítico “I’m still here”, con una pasión interpretativa casi descontrolada pocas veces vista, haciendo una clara alusión a su propia vida. Deliciosos los 86 años de Asunción Balaguer (pronto en la Pequeña del Español con un monólogo autobiográfico) en su “Broadway baby”, y reseñables también las exponenciales Teresa Villacrosa y Carmen Conesa.

Las dos parejas jóvenes también demuestran su buen hacer y el gran trabajo actoral que supone el haber encontrado tantas similitudes con sus correspondientes “mayores”, lo que deja entrever todo lo que puede conseguirse con un buen director detrás que guíe con su batuta al cuerpo actoral. Perfecto, como siempre, Ángel Ruiz.

El no poco reparto restante está también a la altura de la ocasión, así como el fabuloso cuerpo de baile, de una sincronización apabullante. La orquesta Manuel Gas, por otra parte, dirigida por el maestro Pep Pladellorens, desgrana los temas instrumentales (y el resto) con una precisión que supera con creces todas las grabaciones de las que queramos empaparnos. La obertura es sencillamente exquisita.

Por último, la traducción de las letras, a cargo de Roser Batalla y Roger Peña, está muy conseguida. Es toda una hazaña lograr convencer a fanáticos de las versiones originales (nos incluimos) de que la pureza de las letras no decaerá al realizar en ellas un trasvase de idiomas. A pesar de nuestro gran escepticismo inicial, lo confesamos, quedamos extremadamente sorprendidos por la calidad en este aspecto.

Esperamos que, ya que su andadura no fue extremadamente larga a pesar de que tras un parón regresara al Español y pudiéramos verlo en su segunda etapa, un nuevo equipo vuelva a montar un “Follies” pronto y gire por España, para que todo el mundo pueda disfrutar de la maravillosa música de Sondheim y el recorrido emocional por el que hace transitar a sus personajes y al público.

Valoración: 5/5
“Follies”, de Stephen Sodheim y Goldman. Reparto: Carlos Hipólito, Vicky Peña, Muntsa Rius, Pep Molina, Asunción Balaguer, Massiel, Teresa Vallicrosa, Carmen Conesa, Linda Miraval, Marta Capel, Diego Rodríguez, Julia Möller, Ángel Ruiz, Joana Estebanell, Mamen García, Lorenzo Valverde, Josep Ruiz, Mario Gas, Nelson Toledo, María Cirici, Marisa Gerardi, Antonio Villa, y ensemble. Dirección musical: Pep Pladellorens. Dirección: Mario Gas. Duración: 165 minutos más intermedio.
Teatro Español, 21 de julio de 2012.

lunes, 22 de octubre de 2012

El tipo de al lado




Todos sabemos que el amor se nos puede presentar en el momento y lugar más insospechados. Pero, ¿es eso un seguro a largo plazo? ¿Funcionará en un futuro a pesar de que ambas personas pertenezcan a mundos completamente distintos? Es el curioso, aunque trillado tema que presenta el montaje “El tipo de al lado”, todavía en gira por España al menos hasta marzo de 2013, tras más de un año de representaciones alabado por crítica y público.

Un montaje dirigido o interpretado por el maestro José Mª Pou es, por lo general, una promesa de éxito, aunque todos los grandes tienen sus batacazos. Claro ejemplo es el “Babel” representado actualmente en Madrid y dirigido por Tamzin Townsend, tan vapuleado por la crítica; así como la variabilidad, en ocasiones casi perfecta y en otras casi mediocre de la longeva compañía Els Joglars.

En este caso no hablamos de un batacazo en absoluto, pues su andadura es larga y lo seguirá siendo, por lo curioso de su propuesta y sus notables interpretaciones, pero es, por desgracia, un tema que, aunque se nos presente de manera tan peculiar y tenga pasajes tan divertidos, es difícil que nos sorprenda.

“El tipo de al lado” habla de la historia de amor que surge entre dos personas totalmente opuestas que se encuentran asiduamente en un cementerio. Él es un hombre de granja que visita a su difunta madre para contarle sus apasionantes progresos con las vacas y el ganado en general; ella, una especie de rata de biblioteca que ama los libros pero que busca desesperadamente alguien que pueda llenar el vacío que dejó su fallecido esposo, hace aproximadamente medio año.

Sin embargo, lo interesante de la propuesta es observar cómo ellos mismos se van dando cuenta, tras el flechazo inicial y varios encuentros, quizá forzados por la necesidad de alguien con quien compartir su vida y la imposibilidad de encontrar a nadie dispuesto para tal fin, que su camino es imposible de transitar, si pretenden trazarlo juntos.

En el programa de mano figura un diálogo de la obra muy curioso:
-“¿Has leído algo bueno últimamente?”
-“Schopenhauer. ¿Y tú?”
-“Guía de la cría de ganado vacuno. Salud, manejo y reproducción”.
-“La visión del mundo que tiene Schopenhauer es brutal”.
-“Y en la guía vienen unas vacas que ni te cuento”.

Pou nos indica, acertadamente, que no es un diálogo de besugos ni mucho menos, sino los pensamientos más profundos de dos seres completamente cuerdos y sensatos, cada uno con sus preocupaciones e intereses, cada uno con ganas del otro y, sobre todo, con necesidad del otro, como decimos. ¿Lograrán encontrar un puente entre ambos mundos o no funcionará?

Los personajes están interpretados por Maribel Verdú y Antonio Molero. Ella, actriz principalmente de cine; él, por lo general, de televisión, aunque ya compartieran escenario en la fantástica “Un dios salvaje”, de Reza, y se note a la legua su complicidad y entendimiento sobre las tablas. En este caso nos convenció más él, aunque quizá construya un personaje al que ya nos tiene acostumbrados. Ella, puede que por el pobre vestuario que le asignan (en absoluto es el suyo un personaje tan monjil ni beato como su ropa lo representa), se nos presenta algo desvirtuada, como si no comprendiéramos del todo su personalidad ni sus cambios de humor. También es posible que esto se deba a que su personaje es más complicado de escribir que el masculino, en este caso.

La escenografía es sencilla, con unos bancos que van moviéndose para simular distintos escenarios, y al fondo un césped en cuesta (sobre el que Verdú tenía dificultades para mantenerse quieta y erguida debido, de nuevo, al vestuario) que representa distintos espacios. Es un planteamiento curioso que suma algún punto a esta correcta adaptación, agradable manera de pasar un buen rato y que nos plantea un tema que, por desgracia, no resultará muy novedoso para nadie.

Valoración: 3/5
“El tipo de al lado”, de Katarina Mazetti. Adaptación: Alain Ganas. Reparto: Maribel Verdú y Antonio Molero. Dirección: José Mª Pou. Duración: 85 minutos.
Teatro Gayarre, 20 de septiembre de 2012.

miércoles, 10 de octubre de 2012

La loba


Interesante historia, mediocre producción. Son las cualidades que describen, según nuestra opinión, el montaje “La loba”, escrita por Lillian Hellman, con versión de Ernesto Caballero, y actualmente en gira. Siendo la primera obra dirigida por Gerardo Vera tras dejar la dirección del Centro Dramático Nacional, nos sorprende negativamente esta pobre versión del clásico interpretado en el cine por Bette Davis.

El montaje trata la historia de una familia de tres hermanos comerciantes a comienzos del siglo veinte, los Hubbard, ansiosos de conseguir por fin el estatus social y económico que, según ellos, merecen. Aunque sobre todo es el retrato de una mujer, Regina, la hermana mayor, la cúspide de la degradación moral, la ambición y la falta de escrúpulos. Es la historia de su sueño, su utopía, un viaje mental que elabora con el único fin de dar, de una vez por todas, sentido a su vacía existencia… un sentido plagado de riquezas, claro.

La protagonista de la historia no podía ser otra que la gran Núria Espert… ¿de verdad no podía ser otra? No le tenemos manía, ni mucho menos. Grabada en la retina para siempre tendremos esa joya que fue “La violación de Lucrecia”, y ojalá nos regale más interpretaciones como aquella que tantos merecidísimos premios le otorgó. Sin embargo, de vez en cuando también se deja ver en otro tipo de joyas, más tirando a bisutería, como aquél “Hay que purgar a Totó” o, por desgracia, esta loba.

No es culpa suya en absoluto. De hecho, sus patinazos suelen ser culpa de la historia o de la dirección, no de sus interpretaciones. De sobra se sabe lo buena actriz que es; nada tiene ya que demostrar. En “La loba”, es amable y cortés cuando ha de serlo, y una verdadera zorra (con perdón) cuando la ocasión lo merece. Es de admirar que con setenta y siete años sea capaz de levantar, casi sin salir de escena, un espectáculo de dos horas.

Aun así, trabajar con Núria Espert, como decimos, no es siempre una apuesta segura. Hace falta algo más. Lo primero, se ha de dirigir bien a los actores, algo que en esta ocasión no pasa, y mucho antes de eso, se han de elegir los correctos. En este caso fallan ambas cosas. El claro ejemplo es observar con tristeza cómo Carmen Conesa intenta contra viento y marea meterse en la piel de una adolescente que no llega a la veintena, sólo porque al director, Gerardo Vera, le dio por trabajar con la Espert. Lo que probablemente sea más triste es que Alexandra (Conesa) es uno de los papeles más creíbles de la obra, a pesar de que su protagonista pase de los cincuenta (muy bien llevados, pero los pasa).

Es una pena que tras la impecable “Agosto”, probablemente el mejor montaje que nunca hayamos visto (y que tardará en superarse), Vera nos deje este mal sabor de boca. Quizá sea porque en aquélla todo fue obra de los propios actores, como él mismo confesó, aunque eso no le dejaría en muy buen lugar.

La versión de Caballero (curiosamente el nuevo director del CDN) tampoco brilla por su claridad. Ofrece momentos demasiado pausados, y otros en los que la información se dispara cual metralla descontrolada, haciendo difícil comprender una resolución dada en pocos segundos, tras veinte minutos sin acción. Esto hace que los principios morales que la obra trata de resaltar se diluyan, y sólo destaquen los más básicos, los que nos recitan los propios actores. Tampoco logramos ver una progresión lógica al comportamiento de su protagonista, sino que sólo la imaginamos. Entendemos por qué hace lo que hace, pero no se llega a ese punto de una manera clara; sólo hay comienzo y desenlace.

El resto de actores (muy buen reparto, eso es cierto) están correctos, aunque casi histriónicos en ocasiones. Entendemos que se ha pretendido provocar una antipatía hacia la familia protagonista, pero eso es un recurso muy fácil. Ejemplos claros son las risas bobaliconas de Leo (Markos Marín) o los chillidos desmedidos de Oscar (Ricardo Joven). Destacan las interpretaciones de Benjamin (Héctor Colomé) y de la sirvienta Addie (Ileana Wilson), a pesar de que su breve papel se embellezca para que, claramente, el público se posicione en un lado de la balanza.

Los aspectos técnicos están muy cuidados y son, eso sí, más que notables. Tanto vestuario como escenografía (ésta a cargo de Vera), así como la técnica del telón casi traslúcido para las vistosas comidas familiares en segundo plano, otorgan algún punto a favor del espectáculo. Asimismo, las dos breves piezas musicales que se ejecutan encajan a la perfección.

En resumen, se trata de un montaje muy pausado, en ocasiones entretenido, en otras lento (no para nosotros, pero es lo que el público comentaba al salir), que se pierde en demasiados derroteros y no logra sacar el partido ni de los excelentes actores que completan el reparto ni de su jugosa historia. De hecho, quizá sea por la historia, y porque da que pensar, que al público le gustará.

Valoración: 2,5/5
“La loba”, de Lillian Hellman. Versión: Ernesto Caballero. Reparto: Núria Espert, Héctor Colomé, Ricardo Joven, Víctor Valverde, Carmen Conesa, Paco Lahoz, Jeannine Mestre, Ileana Wilson, Markos Marín. Dirección: Gerardo Vera. Duración: 120 minutos.
Teatro Gayarre, 6 de octubre de 2012.