Nadie
puede hacerse una idea de cuánto daño hacen los “programas del corazón” a
nuestra sociedad, ni cómo pueden destrozar vidas cubriéndolo todo con un
aparente entretenimiento que, para ellos, justifica los medios. Que esos
programas se vean no es razón obligada para programarse. También se verían
muchas otras cosas si se programaran, precisamente por el hecho de ser
moralmente prohibitivas, o eso pensamos.
Relacionado
con este debate (que daría para mucho) se desarrolla la nueva “Regenta”, de
Marina Bollaín. Quien espere encontrarse en este montaje referencias claras a
la regenta de Clarín va… claro. Precisamente el título es una de las pocas
cosas que se toman prestadas de ese relato, además de los nombres de los
personajes.
Ana
Ozores, una mujer admirada y conocida de la vida social actual y, en
apariencia, felizmente casada con un político relevante, se verá envuelta en un
triángulo amoroso cuyos detalles más escabrosos serán expuestos públicamente en
un programa del corazón.
La
versión del texto, a cargo de la propia Marina Bollaín y Vanessa Montfort, ha
optado por salir del drama de Ana Ozores y centrarse ampliamente y sin tapujos
en el tema de la hipocresía que alimenta estos programas de los que hablábamos.
Nos
convence sólo parte de este montaje. Hemos de dejar claro que está
perfectamente (quizá demasiado) dividido en dos segmentos: el programa de
televisión en el que se desnuda la identidad de Ana y la propia vida de la
protagonista y sus allegados. Es ésta parte la que queda difuminada en extremo,
debido a lo exagerado y la obligada grandiosidad que destila la primera.
En
cuanto a interpretaciones, Mariona Ribas compone a una Ana Ozores sin personalidad,
demasiado frágil y casi hasta ausente, sin intensidad. Parece que no se entera
de que la obra va girando en torno a su personaje. Y cuando ya la pensábamos
perdida, nos regala un final más conmovedor, que debería haber sido el comienzo
de su transformación, y no el culmen.
Quien
se lleva más aplausos es Chiqui Fernández, que encarna a la presentadora de
televisión sin pelos en la lengua ni reparos al arrancar cabezas. Consigue que
la función avance, haciendo de sus escenas los momentos más graciosos y
dinámicos de la obra. Aun así, queda ciertamente exagerado el par de risas
histéricas que suelta inesperadamente y sin razón aparente.
Del
resto, David Luque quizá sea (sin llegar a cuajar) el que mejor entiende el
pretexto perverso de su personaje, cuya transformación es la más compleja, algo
que muestra conforme se desarrolla la acción. Los demás personajes quedan algo frágiles,
sin terminar de explotar. Ninguno muestra fallos actorales; es simplemente que
sus diálogos no tienen demasiada importancia para la historia. De hecho, el
público habría entendido la historia si se eliminara más de una escena. El caso
más claro es el personaje de Visitación, muy gracioso, sí, pero que no encaja en
ningún momento.
La
escenografía en dos alturas es una de las mejores bazas de esta función, al
contrario que el vestuario, que en contra de lo que otros críticos apuntan, nos
parece demasiado serio para la ocasión. Aprovechando la histeria de este tipo
de programas televisivos, podría haberse optado por mayor colorido y esperpento
(sobre todo en el caso de la presentadora).
Se
trata, por tanto, de una función simpática aunque algo irregular, que no culmina
del todo quizá por culpa de la masiva adaptación-actualización de una historia
tan conocida, y que permanecerá en gira hasta 2013.
Valoración:
2,5/5
“La
Regenta”, de Marina Bollaín, sobre la pieza de Clarín. Reparto: Mariona Ribas,
Chiqui Fernández, David Luque, Alberto Vázquez, Paca López, Raúl Sanz, Ángel
Savín. Versión y dramaturgia: Marina Bollaín y Vanessa Montfort. Duración: 90
minutos.
Teatro
Gayarre, 1 de junio de 2012.