sábado, 29 de septiembre de 2012

¿Quién teme a Virginia Woolf?



Comienza una nueva temporada teatral, y se presenta más que interesante, tanto por variedad como por cantidad. La calidad será valorada por crítica y público, pero la primera impresión es muy positiva. Hemos tenido la ocasión de disfrutar de uno de los primeros montajes estrenados en Madrid este septiembre, y que, por desgracia, no tendrá larga andadura. Sólo un par de semanas lo separan de su última función, en el mítico teatro La Latina.

Se trata de “¿Quién teme a Virginia Woolf?”, un ácido y violento texto de Edward Albee. Trata sobre el matrimonio, la inevitable erosión que provoca el tiempo en la pareja, el sexo, y muchos otros temas que suelen ser considerados tabúes aún en nuestros días. La obra alcanzó su culmen en su versión para el cine protagonizada por Elizabeth Taylor y Richard Burton.

La pareja protagonista de esta versión no se achanta en absoluto ante ese título cinematográfico de necesaria visión para cualquier amante del género, sino que ofrece un recital interpretativo tras el que, sin duda, han de quedar exhaustos. Hablamos de los monstruos Pere Arquillué y Carmen Machi.

Para cualquiera que, más o menos, siga este blog, es sabida nuestra pasión por esta imparable actriz, que parece que convierte en oro todos los espectáculos en los que se inmiscuye. Tras la joya “Agosto (Condado de Osage)” y la multipremiada “Juicio a una zorra”, que sigue de gira y volverá al teatro de la Abadía el próximo abril, nos presentó inesperadamente esta pieza en la que, una vez más, deja obnubilado al personal.

A pesar de que era reciente su estreno, y quizá por ello notásemos a la Machi en algunos pasajes todavía entrando en materia en comparación con sus compañeros de reparto (son los mismos de la versión catalana, estrenada la temporada pasada), es pasmosa su facilidad para acoplarse a un espectáculo ya construido, en un papel protagonista tan complicado, sin desentonar. Es un sinfín de cualidades interpretativas las que posee esta mujer, y regala a Martha una insatisfacción y rabia pocas veces vistas en nuestra escena. Es un regalo la escena en la que seduce al joven…

Aun así, hemos de quitarnos el sombrero ante Arquillué. Es la primera vez que lo vemos, a pesar de ser conscientes de su larga andadura sobre las tablas. Su George es una creación apabullante. Todo intérprete pone algo de sí mismo en cada papel, es inevitable, pero en este caso parece como si cada gesto, mirada o palabra nada tuvieran que ver con él, como si hubiera seguido de cerca la vida del personaje desde su infancia. Sencillamente impresionante.

Ambos nos presentan la historia de una pareja insatisfecha, pero que se ama tremendamente a pesar de todo. Sólo saben vivir con el otro, pero la única forma de hacerlo es convirtiendo en un infierno su existencia. Para divertirse, invitan a una pareja de jóvenes, nuevas adquisiciones del entorno de ambos, a su casa y montan una escena que acabará por írseles de las manos.

Mireia Aixalà e Ivan Benet en absoluto quedan detrás de nuestros dos protagonistas, sino que, gracias a su buen hacer, ayudan a que la función vaya creciendo y no resulte pesada, algo que no resultaría complicado debido a la incomodidad que presenta en el público (¡bendita incomodidad!).

Todo se debe a su director, Daniel Veronese, que tras la fantástica “Yo, el heredero”, nos vuelve a encandilar con sus diálogos vertiginosos, solapados, atropellados, en absoluto teatrales, lo que hace que cada historia sea tan reconocible para el público que parezca alarmantemente real.

Valoración: 4/5
“¿Quién teme a Virginia Woolf”, de Edward Albee. Reparto: Pere Arquillué, Carmen Machi, Ivan Benet, Mireia Aixalà. Dirección: Daniel Veronese. Duración: 110 minutos.
Teatro La Latina, 9 de septiembre de 2012.

sábado, 8 de septiembre de 2012

La escuela de la desobediencia



99. Es el número de funciones que se contrataron de la obra que vamos a tratar, y precisamente tuvimos la enorme suerte de disfrutar de ese número tan característico, de su cierre de gira y broche final. “La escuela de la desobediencia” ha triunfado en las salas de teatro de toda España durante el último año, y pocas propuestas podrían parecernos un mejor punto final de temporada. Por supuesto, se ha visto afectada por la crisis, y el número de espectadores no ha sido muy elevado, pero el hecho de que un montaje tan especial y diferente haya triunfado, nos parece un claro signo de que la función que vamos a explicar no tiene poca calidad.

El último de agosto pudimos dejarnos deleitar por dos artífices (cuatro, más bien) ya experimentadas de nuestras tablas, y que, como el buen vino, van mejorando conforme pasan los años. Es el caso de María Adánez y Cristina Marcos, acompañadas por Sofía Alegre y Rosa Miranda, que ofrecían el apartado musical.

Sabemos que en ciertas representaciones, ha habido público que se ha levantado a mitad de función y ha abandonado la sala, debido a lo “irreverente?” de la obra. Y es que esta “escuela de la desobediencia” trata, siempre desde la poesía, desde una dialéctica abrumadora y bañado todo de una maestría abrumadora en cuanto a movimiento y sonido, un tema muy peliagudo todavía para la sociedad actual: la sexualidad femenina.

Parece que sigue siendo un tapujo que la mujer hable de este tema. De hecho, todos los ejemplares de “L’école des filles”, atribuido a Michel Millot en el S.XVII, fueron quemados, así como su autor, que fue llevado a la horca. Ha sido Paco Becerra, encargado de la dramaturgia, quien ha rescatado los textos, y construyendo un hermoso collage ayudado de los “Raggionamenti” del mismo autor, nos presenta esta delicia.

Hemos de diferenciar cuándo algo es irreverente y falto de respeto, y cuándo se han de llamar las cosas por su nombre. No existe nada irrespetuoso en este montaje, nada que no sepamos y nada que se presente de manera soez. No existen escenas de sexo, ni violencia, ni palabras malsonantes. Todo lo contrario, de hecho. Se ha tenido un cuidado exquisito en el lenguaje y la forma, aunque seguimos mentalmente maniatados a la hora de disfrutar por igual de un montaje en un escenario y en una pantalla. Parece que cuando algo se presenta en directo está más sujeto al escándalo, aunque al final no exista ninguna diferencia.

El montaje trata, como decíamos, de la sexualidad femenina. Fanchon (Adánez), una joven adolescente que casi nunca ha salido de las cuatro paredes de su casa, recibe la visita de su tía, Susanne (Marcos), que la instruirá en el mundo del placer carnal y en todo aquello que antes las mujeres debían aprender sobre la marcha.

Sin que sea un texto ágil, con una trama creciente hasta un desenlace, las dos actrices se las arreglan para hipnotizar al público y no dejar que éste pierda una sola sílaba de sus palabras. Mención especial merece, según nuestro punto de vista, María Adánez, a la que ya disfrutamos en la notable “La señorita Julia”, y que sigue sorprendiéndonos, siempre a mejor. La evolución que ofrece a su personaje es palpable hasta para el que no esté atento, y el monólogo en la bañera es una escena que se nos quedará grabada durante mucho tiempo. En un mes se la podrá disfrutar en “La verdad”, junto al maestro Flotats.

Cristina Marcos no se queda atrás, aunque quizá su personaje presente una evolución menor. Es una magnífica institutriz, tremendamente graciosa además de dotar a su personaje de una elegancia sublime. Ambas llenan el escenario y poseen unas cualidades físicas y actorales impresionantes, guiadas bajo la batuta de un inteligente Luis Luque. Sorprendente la dicción, por cierto. Ni una palabra del complicado texto se nos escapó.

A la interpretación musical, quizá necesaria para ofrecer un respiro a las actrices y para ambientar al público en la época de la pieza, con canciones cuidadosamente elegidas, podría sacársele algo más de punta en cuanto a la ejecución, aunque para tratarse de una función teatral, la música en directo es un aspecto añadido a agradecer, más que a criticar.

Valoración: 4/5
"La escuela de la desobediencia", de Paco Becerra. Reparto: María Adánez, Cristina Marcos. Dirección: Luis Luque. Duración: 95 minutos.
Teatro Gayarre, 31 de agosto de 2012.