miércoles, 7 de marzo de 2012

Shirley Valentine


  Temas como el amor, el sexo, la educación paterno-filial, y otros asuntos más peliagudos como la insatisfacción personal o la “aceptación como norma” son sólo algunos de los tratados el pasado fin de semana (sábado 3 de marzo) en el Teatro Ideal de Calahorra, celebrando las fiestas patronales de invierno.

La obra elegida para tal peripecia no es otra que el monólogo “Shirley Valentine”, elegantemente interpretado por la actriz Verónica Forqué. Tuvimos la suerte de conseguir entradas a última hora, pues no teníamos pensado acudir en un principio. 

Se trata de un monólogo en dos actos (de una hora y media total de duración), dividido el primero en dos cuadros. El primer acto relata las inseguridades que tiene Shirley Valentine, un ama de casa de Liverpool (por decir sólo un lugar conocido… podría haber sido un hogar de cualquier otro rincón del mundo). Y sobre todo, estas inseguridades se centran en la posibilidad de alterar su vida el más mínimo ápice. Hablamos de un personaje solitario, a quien le llega un momento en la vida en el que, al igual que mucha gente, se pregunta: “¿Ya está? ¿La vida es esto?”… Es gente que, como ella define, está ya muerta antes de morir.

Se le presenta la oportunidad, invitada por una amiga cercana, de ir a Grecia dos semanas de vacaciones, y esta “irregularidad” le servirá de base para ir analizando los pros y contras de su decisión, sus prioridades, las consecuencias que puede acarrear para su vida cotidiana el irse de vacaciones, etc. Aprovecha igualmente para desgranar tanto los sucesos más cómicos de su vida como sus penurias más insalvables. Mientras va entreteniéndonos con todas estas anécdotas, el afilado texto (aclamado y traducido a infinidad de idiomas) se pregunta, saltando ágilmente del drama a la comicidad más hilarante, sobre la poca capacidad de decisión que ciertas mujeres poseen debido a la posesiva influencia que sus maridos ejercen sobre ellas.


El segundo acto elimina la cocina inicial, dejando a la vista del público una roca y un cielo/mar azul, con una mesita de playa y un par de sillas. Lógicamente, y para alegría del público, ha conseguido escaparse a Grecia (dejando comida a Joe, su esposo, para dos semanas y avisando a su madre para que vaya todos los días a descongelarla y calentarla…); una vez allí se da cuenta que ha de buscarse y reencontrarse con esa parte de sí misma que perdió al casarse y al cambiar su apellido por el de su marido… ha de volver a encontrar a Shirley Valentine.

En Mykonos resurge el amor, con un camarero de poca monta que se aprovecha de turistas maduras y acaudaladas, aunque no será tanto amor como el placer de volver a sentirse necesitada y deseada. Y, por lo demás, se da cuenta de que aquélla playa con la que llevaba años soñando no era tan impresionante como presentía. Las confidencias y ocultos deseos que iba contando a la pared de su cocina  (con quien habla durante todo el primer acto, mientras cocina) consigue experimentarlos y, como acaba pasando con estas cosas, le saben a poco.


Aun así, todo es mejor que su casa de siempre en Liverpool. Por ello, en el último momento, tras facturar, se le presenta la encrucijada de volver con Joe o correr escapándose del aeropuerto, para quedarse en compañía de Shirley Valentine para siempre en Grecia. Y como ya hemos desvelado bastante, nos guardamos el final para que cada uno, si tiene oportunidad de verla, lo compruebe y saque sus propias conclusiones.

Podemos comprender por qué el texto ha sido tan traducido e interpretado en tantos lugares. Se trata de un monólogo universal, aplicable a una gran mayoría de amas de casa sin ninguna pretensión más allá de gustar, agradar y tener todo listo para cuando regrese su marido del trabajo. Sin embargo, y puede que esto provenga de esa misma universalidad, el texto está lleno de lo que se denominan “tópicos”, y éstos, si bien resultan agradables y simpáticos de ver, cansan. 

Por eso, desde nuestro más humilde punto de vista, es una obra de teatro entretenida, invadida por un halo de optimismo. Es probablemente la mejor versión que puede encontrarse, con una interpretación excelente por parte de Verónica Forqué, y bien dirigida por su marido, Manuel Iborra, pero cuyo texto tampoco ofrece la posibilidad de aspirar a más, por desgracia.




Nota: 3/5
"Shirley Valentine", de Willy Russell. Reparto: Verónica Forqué. Dirección: Manuel Iborra. Duración: 90 minutos más descanso.
Teatro Ideal, 3 de marzo de 2012.

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