domingo, 30 de octubre de 2011

Mónica Naranjo - Madame Noir



Una diva odiosa y endiosada. Es el papel de Mónica Naranjo en su actual espectáculo, “Madame Noir”, con el que está recorriendo la geografía española y con el que dará el salto al charco el próximo año, con fechas ya programadas en Estados Unidos y América Latina. Pudimos verla anoche, sábado 29 de octubre, en el Palacio de Congresos Baluarte de Pamplona. Con guión de la actriz Miriam Díaz-Aroca y acompañada de cuatro actores más, Mónica Naranjo parodia a las divas de los años 40 y 50, con sus manías y rarezas.

En el escenario piden silencio, se rueda. La diva entrará en escena. Para ello necesitan un cámara, al que sacan del público, para que ruede la película protagonizada por Madame Noir. Tras unos minutos, comienza a escucharse “Lágrimas de escarcha”, y la cantante aparece por un lateral del público, recorriendo el recinto hasta acabar en el escenario.

El repertorio de canciones es uno de los más oscuros nunca escuchados a la Naranjo, aunque también de los más complicados. Ha escogido los temas menos conocidos y más arriesgados de su repertorio para esta gira. La dificultad añadida es que sólo está acompañada en este concierto por un pianista; sin embargo, con lo virtuoso del mismo y la potente voz de la diva, parece que se está escuchando tocar a veinte músicos al unísono.

Tras otro breve pasaje teatral, continúa con “Miedo”, seguido por “Mi vida por un hombre”, en el que Mónica despliega todo su poder interpretativo y, sobre todo, vocal, arrancando al público de sus asientos, que la aplaudió durante casi cinco minutos ininterrumpidos en pie. La primera parte del espectáculo terminó con otra graciosa conversación con su maquillador (al que terminó insultando por confundirla y dejarla sin amigas, a pesar de que es un monólogo y el pobre actor, y propio maquillador de la cantante, no abre la boca) y “Para siempre”, el único tema escogido de su último trabajo discográfico, “Tarántula”.

Por supuesto, el rodaje no está marchando muy bien, por lo que el director necesita a otra persona del público, alguien que le haga tanto la pelota a la diva que ésta se sienta como en casa y pueda acabar la película, otorgándole un gran éxito. La cantante vuelve con otro vestuario para interpretar el tema en italiano “E poi”, en el que alcanza, como en casi cada canción, más de dos octavas en rango vocal y regalándonos unos saltos rapidísimos de más de una.

Otro breve pasaje teatral en el que la admiradora adulaba a la diva la preparaba para interpretar “Ahora ahora”, uno de sus temas con mayor connotación sexual que levantó de nuevo al público en pie; y el clásico jazzístico “Cry me a river”, modificado casi en su totalidad salvo por la letra. Es cierto que a Mónica Naranjo se la ama o se la odia, debido a su potente voz y a los constantes cambios que la misma ofrece. En el tema “Cry me a river”, parecen cinco cantantes sobre el escenario, la voz natural de Mónica, otra completamente nasal, otra rasgada a más no poder, y otra con timbres operísticos de contralto y, por supuesto, soprano.

Después de otro hilarante pasaje teatral, en el que una persona del público no dejaba de mirar a la diva y le estaba robando su energía, suceso que lógicamente había que solucionar poniéndole una graciosa peluca larga al revés al espectador, llegaba el turno para otro tema en italiano, “E penso a te”, en el que Mónica se metió entre el público, y comenzó a seducir a dos espectadores, sentándose en sus rodillas. Tras esta graciosa interpretación, volvía al escenario para cantar “Enamorada”, tema de su disco “Minage”, para ofrecer otro absurdo monólogo, esta vez con otra compañera muda de reparto, y para finalizar la segunda parte de la función, con “Abismo”, que anticipaba la decadencia de la diva.

Otro largo pasaje teatral, en el que se buscaba a una tercera y última persona colaboradora del público, un paparazzi, que de nuevo adule a la diva para que el rodaje finalice algo mejor de lo que está resultando, nos adentraba en “Insensatez”, probablemente la interpretación más graciosa de la noche. El tema lo grabó en álbum-tributo a Brasil, “Samba pa ti”, y tras los primeros versos, “se veía obligada a parar” y meterse de lleno en el personaje, pues no encontraba su esencia. Aquí llegaba lo absurdo, pues entre verso y verso nos deleitaba con unos tremendos bailes discotequeros, a pesar de ser la canción un tema más bien pausadillo.

Ése constituía el último éxito de la diva en la película, pues ya está enferma y con un breve monólogo comenta cuándo y dónde va a morir, en Buenos Aires. Interpreta entonces “Balada para mi muerte”, interrumpida casi al final cuando la diva, enferma, cae al suelo desmayada.

“La soledad es el peor castigo”, dice cuando despierta y ve que no hay nadie para socorrerla, que está sola y todo el escenario ha sido retirado. Sólo el pianista se encuentra en escena, que tras descubrir una partitura perdida en el suelo, toca las primeras notas de un tema bien conocido por todos, el “Nessun dorma”, de la ópera Turantot de Puccini. Mónica lo interpretó como nadie esperaba, y antes de que finalizara el último “vincero”, todo el mundo ya estaba en pie aplaudiéndola, ovación que duró casi diez minutos.

Si hemos de reseñar algo del espectáculo en el que nos quedábamos más fríos, quizá fueron las partes teatrales, excesivas para ser un concierto, y algo repetitivas como para resultar graciosas después de unas cuantas (hay alrededor de diez pasajes teatrales). La connotación sexual y, en ciertos pasajes, escatológica del espectáculo hacía aflorar la risa floja en diversos momentos, sin que éstos tuvieran excesiva gracia.

Se echaba de menos, como decimos, algún tema más, pues en dos horas y cuarto que duró el espectáculo, Mónica sólo interpretó trece canciones. Aun así, y en conjunto, la función resultaba de lo más entretenida y de lo más impresionante cuando la diva se ponía a cantar. Si vuelve, volveremos.

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