martes, 29 de octubre de 2013

Combate de negro y de perros



Bernard-Marie Koltés, denominado por algunos el Shakespeare del S.XX (quizá no sea para tanto), fue uno de tantos autores que no lograrían ser exitosos hasta después de su muerte. Su texto más conocido, el póstumo “Roberto Zucco”, que analiza la psique de un asesino a sueldo, ha sido montado recientemente en España, pudiéndose ver tanto en Barcelona como en Madrid con no poco éxito.

Sin embargo, no menos relevante en su breve bibliografía (murió con apenas 41 años), es este “Combate de negro y de perros” que presenta la compañía Joven Replika dentro del marco de las jornadas “África imprescindible”, ya en su 13ª edición.

La acción se sitúa en un país del África Occidental, entre Senegal y Nigeria, donde se ha comenzado la construcción de obras públicas por parte de una multinacional extranjera. Un hombre, Alboury, aparece en escena reclamando el cuerpo de su hermano, muerto mientras trabajaba en la obra.

El texto trata de reflejar el carácter individualista de nuestra sociedad. Sociedades que funcionan como máquinas, cada una cumpliendo unos objetivos a los que acuden externamente predispuestos. Máquinas con cimientos bien plantados; máquinas que también pueden estropearse si un simple tornillo se afloja. Y es lo que sucede en esta pequeña sociedad de cuatro personas, donde se relacionan los individuos equivocados y el objetivo común se presenta difuso, pues prima el individual, para cada cual distinto.

Cada personaje tiene una interpretación simbólica muy amplia reflejada por la personalidad de cada uno. Horn, el jefe de obra que atiende la petición de Alboury, representa la diplomacia en la sociedad, diplomacia castrada, aunque aquí aparece teñida de demasiada ira, y puede llegar a confundir. Es Cal, subalterno de Horn, el encargado de la violencia, del orgullo de la raza y de tener la confianza de supremacía con respecto al resto. Liona sería, con su ilógica aparición para casarse con el anciano Horn, la perfecta representación de la desorientación o casi inconsciencia del pueblo europeo.

Koltés, con una manera de escribir peculiar, basada en la repetición de ideas, en un calado apoyado por los altibajos emocionales extremos, y en la simbología como principios fundamentales, no es un autor fácil de asimilar en teatro. Sus obras son complicadas y no recomendables para no asiduos a las salas –el comentario no tiene ánimo peyorativo, sino previsor. Es probable que si alguien se estrena con Koltés, no vuelva al teatro-.

Réplika ha optado por ofrecer el montaje sobre una escenografía que simula una cárcel, sin que realmente la acción suceda dentro de una. En ella, que es relativamente amplia, cada uno busca su propia y minúscula parcela, su cachito individual para subsistir con la mínima relación posible con el resto. Sólo la inocente Liona realiza un amago de interacción con el muchacho de color, lógicamente sin éxito.

Tiene profundos rasgos políticos esta pieza teatral, por mucho que algunos pongan ahínco en no ver ese combate buenos-malos. Tras etapas de represión a un sector, suelen surgir movimientos contrarios llevados también al extremo, bajo el eslogan de igualdad. Aquí, desde el momento en que se sitúa a los personajes blancos dentro de una cárcel y al hombre de color fuera de ella se da un fuerte posicionamiento a la hora de presentar un montaje que involuntariamente, o no tanto, resulta erróneamente aleccionador.

Interpretaciones, eso sí, espectaculares por parte de los cuatro actores en un espectáculo no fácil de degustar ni de digerir, pero con más chicha de la que en un principio aparenta. Como aporte personal, se agradece que obras de corte menos comercial se vayan acercando al norte.

Valoración: 3,5/5

“Combate de negro y de perros”, de Bernard-Marie Koltés. Reparto: Manuel Tiedra, Raúl Chacón, Malcolm Sitté, Socorro Anadón. Dirección: Mikolaj Bielski, Borja Manero. Duración: 120 minutos.

Casa de Cultura de Burlada, 25 de octubre de 2013.

No hay comentarios:

Publicar un comentario