miércoles, 10 de octubre de 2012

La loba


Interesante historia, mediocre producción. Son las cualidades que describen, según nuestra opinión, el montaje “La loba”, escrita por Lillian Hellman, con versión de Ernesto Caballero, y actualmente en gira. Siendo la primera obra dirigida por Gerardo Vera tras dejar la dirección del Centro Dramático Nacional, nos sorprende negativamente esta pobre versión del clásico interpretado en el cine por Bette Davis.

El montaje trata la historia de una familia de tres hermanos comerciantes a comienzos del siglo veinte, los Hubbard, ansiosos de conseguir por fin el estatus social y económico que, según ellos, merecen. Aunque sobre todo es el retrato de una mujer, Regina, la hermana mayor, la cúspide de la degradación moral, la ambición y la falta de escrúpulos. Es la historia de su sueño, su utopía, un viaje mental que elabora con el único fin de dar, de una vez por todas, sentido a su vacía existencia… un sentido plagado de riquezas, claro.

La protagonista de la historia no podía ser otra que la gran Núria Espert… ¿de verdad no podía ser otra? No le tenemos manía, ni mucho menos. Grabada en la retina para siempre tendremos esa joya que fue “La violación de Lucrecia”, y ojalá nos regale más interpretaciones como aquella que tantos merecidísimos premios le otorgó. Sin embargo, de vez en cuando también se deja ver en otro tipo de joyas, más tirando a bisutería, como aquél “Hay que purgar a Totó” o, por desgracia, esta loba.

No es culpa suya en absoluto. De hecho, sus patinazos suelen ser culpa de la historia o de la dirección, no de sus interpretaciones. De sobra se sabe lo buena actriz que es; nada tiene ya que demostrar. En “La loba”, es amable y cortés cuando ha de serlo, y una verdadera zorra (con perdón) cuando la ocasión lo merece. Es de admirar que con setenta y siete años sea capaz de levantar, casi sin salir de escena, un espectáculo de dos horas.

Aun así, trabajar con Núria Espert, como decimos, no es siempre una apuesta segura. Hace falta algo más. Lo primero, se ha de dirigir bien a los actores, algo que en esta ocasión no pasa, y mucho antes de eso, se han de elegir los correctos. En este caso fallan ambas cosas. El claro ejemplo es observar con tristeza cómo Carmen Conesa intenta contra viento y marea meterse en la piel de una adolescente que no llega a la veintena, sólo porque al director, Gerardo Vera, le dio por trabajar con la Espert. Lo que probablemente sea más triste es que Alexandra (Conesa) es uno de los papeles más creíbles de la obra, a pesar de que su protagonista pase de los cincuenta (muy bien llevados, pero los pasa).

Es una pena que tras la impecable “Agosto”, probablemente el mejor montaje que nunca hayamos visto (y que tardará en superarse), Vera nos deje este mal sabor de boca. Quizá sea porque en aquélla todo fue obra de los propios actores, como él mismo confesó, aunque eso no le dejaría en muy buen lugar.

La versión de Caballero (curiosamente el nuevo director del CDN) tampoco brilla por su claridad. Ofrece momentos demasiado pausados, y otros en los que la información se dispara cual metralla descontrolada, haciendo difícil comprender una resolución dada en pocos segundos, tras veinte minutos sin acción. Esto hace que los principios morales que la obra trata de resaltar se diluyan, y sólo destaquen los más básicos, los que nos recitan los propios actores. Tampoco logramos ver una progresión lógica al comportamiento de su protagonista, sino que sólo la imaginamos. Entendemos por qué hace lo que hace, pero no se llega a ese punto de una manera clara; sólo hay comienzo y desenlace.

El resto de actores (muy buen reparto, eso es cierto) están correctos, aunque casi histriónicos en ocasiones. Entendemos que se ha pretendido provocar una antipatía hacia la familia protagonista, pero eso es un recurso muy fácil. Ejemplos claros son las risas bobaliconas de Leo (Markos Marín) o los chillidos desmedidos de Oscar (Ricardo Joven). Destacan las interpretaciones de Benjamin (Héctor Colomé) y de la sirvienta Addie (Ileana Wilson), a pesar de que su breve papel se embellezca para que, claramente, el público se posicione en un lado de la balanza.

Los aspectos técnicos están muy cuidados y son, eso sí, más que notables. Tanto vestuario como escenografía (ésta a cargo de Vera), así como la técnica del telón casi traslúcido para las vistosas comidas familiares en segundo plano, otorgan algún punto a favor del espectáculo. Asimismo, las dos breves piezas musicales que se ejecutan encajan a la perfección.

En resumen, se trata de un montaje muy pausado, en ocasiones entretenido, en otras lento (no para nosotros, pero es lo que el público comentaba al salir), que se pierde en demasiados derroteros y no logra sacar el partido ni de los excelentes actores que completan el reparto ni de su jugosa historia. De hecho, quizá sea por la historia, y porque da que pensar, que al público le gustará.

Valoración: 2,5/5
“La loba”, de Lillian Hellman. Versión: Ernesto Caballero. Reparto: Núria Espert, Héctor Colomé, Ricardo Joven, Víctor Valverde, Carmen Conesa, Paco Lahoz, Jeannine Mestre, Ileana Wilson, Markos Marín. Dirección: Gerardo Vera. Duración: 120 minutos.
Teatro Gayarre, 6 de octubre de 2012.

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