Cuenta
la leyenda que Zeus dejó ciego a Pluto, el rey del dinero, para que no fuera
consciente de cómo repartir su riqueza entre las personas, lo que provocó la
desigualdad y diferencia de clases. Lo que se desconoce es qué sucedería con un
reparto justo, y probablemente nunca se sepa. Por eso el final de la comedia de
Aristófanes queda abierto: el mismo dilema se presentaba hace 2500 años y no
hemos sido capaces de llegar a una conclusión.
El
planteamiento de Magüi Mira, su directora, es el de una comedia musical
deslenguada, casi una revista, que se acerque lo máximo posible a nuestra
actualidad para que la historia resulte reconocible, y en parte lo consigue.
Sin embargo, por otro lado da la sensación de que el espectador asiste a ese
acercamiento de forma algo brusca y poco aprovechada; se intenta calzar el
mensaje político casi en cada intervención, y por mucho que tenga el texto que
ver, no siempre funciona y acaba por cansar.
Tampoco
las canciones cumplen del todo con el objetivo que pretenden. Aunque no
desentonan y están bien interpretadas, no puede evitarse la sensación de que sin
ellas el espectáculo quedaría cojo y de que el texto, de no mucha enjundia,
necesita aderezos para poder convertirse en función.
Para
la función en el Niemeyer se apostó por realizar un recorte de recursos,
presentes en el festival de Mérida, que quizá debería revisarse. Se eliminó al
coro formado por diez personas, que seguro aportaban mucha más espectacularidad
a la obra, y se dejó sólo a un músico de los cuatro iniciales. Aunque el coro
sería aconsejable de aquí a futuras funciones (lástima que también
incrementaría gastos), la música que aporta Marco Rosa –también coautor de los
temas junto a Gurruchaga- basta y sobra para ambientar magistralmente todo el
montaje, y no necesita ningún tipo de apoyo.
Cada
montaje tiene sus distinciones, y en este caso destaca positivamente la
propuesta de que todos los actores formen un coro oculto tras máscaras pero
siempre presente en escena (bello homenaje a la tradición clásica), que rompe
su formación cuando hay una nueva intervención, con movimientos coreográficos,
también presentes durante las canciones. Esta coreografía de Denise Perdikidis,
así como el vestuario de Caprile (muy presente últimamente en nuestro teatro),
resultan ser de lo más destacable de este “Pluto”.
Las
interpretaciones tienen buena intención y son correctas, pero sin ninguna
maravilla. Cierto es que el montaje acaba de estrenarse y con unas cuantas
plazas más mejorará, pero ya de por sí el texto no destaca por aportar
personajes complejos. Javier Gurruchaga es el protagonista indiscutible de la
función, aportando a sus dos papeles su manera de actuar tan característica.
Destacan también Marcial Álvarez, cuyo Crémilo es bastante más acertado que su
Don Luis de "La dama duende", y Juan Meseguer, de breve intervención
pero muy resultona. Los demás tienen, por desgracia, participaciones menos
agradecidas, que sólo consiguen arrancar alguna sonrisa debido a los añadidos
cómicos propios de la adaptación de Emilio Hernández, por lo general bastante fáciles.
“Pluto” es una historia simpática, entretenida
y que además pretende remover conciencias, lo cual siempre es positivo. Sin
embargo, el planteamiento no acaba de despegar y termina por resultar una
sátira que aunque curiosa de ver, no aporta mucho.
Valoración:
2,5/5
“Pluto”,
de Aristófanes. Reparto: Javier Gurruchaga, Marcial Álvarez, Jorge Roelas, Ana
Labordeta, Marisol Ayuso, Juan Meseguer, Sergio Otegui, Toni Misó, Cayetano
Fernández. Dirección: Magüi Mira. Duración: 105 minutos.
Centro Niemeyer, 15 de
agosto de 2014.
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