Teatro
que refleja la sociedad y las inquietudes de los ciudadanos. Es aquello a lo gran
parte de la cartelera debería aspirar, a ser un reflejo de las situaciones
cotidianas y de aquéllas que no lo son tanto, de las preocupaciones de una persona
normal, para que pueda verse reconocida en parte a través de lo que se le
muestra. Un claro ejemplo de este teatro comprometido es “A cielo abierto” (Skylight), la
última incursión en las tablas del maestro Josep Mª Pou.
Pou,
quien ya había interpretado el protagonista de este montaje hace una década, ha
acertado al retomar, esta vez también dirigiendo, el estupendo texto de David
Hare, el cual disecciona no sólo lo que queda de aquella pareja que una vez a
escondidas se quiso, sino sus creencias y pensamientos más definitorios, los
que definen a cualquier persona y nos hacen ser diferentes los unos de los
otros, o eso parece.
Es
la cercanía con que se nos cuenta y lo reconocible que resulta todo, a pesar de
estar situando la acción en Londres, lo que hace que “A cielo abierto” esté
girando por España con tanto éxito y lleve representándose durante más de un
año. Al fin y al cabo, habla de personajes reales, de inquietudes sociales y
palpables que superan cualquier barrera territorial. Como pequeño reproche, es
casi imperdonable que teatros de la importancia del Bretón (Logroño) y el
Gayarre (Pamplona) sólo programen una función de tan atractiva propuesta.
Tom,
un rico empresario y dueño de una importante cadena hostelera, enviuda tras la
larga enfermedad de su mujer, tras lo que visita a su antigua y amante, Kyra, a
quien empleó en su restaurante cuando ella llegó por primera vez a Londres. Se convirtió
en parte de la familia y entre ambos nació una relación prohibida que, tal y
como ella había prometido, se rompería en cuanto la mujer de Tom se enterase.
Es
importante recalcar que para nosotros no es la antigua relación de ambos lo
importante del espectáculo. Es sólo aquello de lo que se sirve el autor para
desenredar un inocente al principio, muy tenso conforme avanza, debate político
entre ambos personajes. Kyra, de ideas progresistas, se ha convertido en una
profesora de jóvenes con problemas sociales, mientras que Tom, de pensamiento
conservador, es completamente opuesto a ella.
El
montaje lanza diversas cuestiones al público, sin que claramente se perciban. ¿Hasta
qué punto la política marca nuestras vidas? ¿Existen realmente escrúpulos en
ciertos modelos políticos? ¿Se trata de política o hablamos de valores
fundamentales de cada persona? ¿Es posible que dos personas con pensamientos tan
opuestos puedan convivir e incluso mantener una pacífica relación sentimental?
¿Nos ponemos en el lugar del otro lo suficiente como para llegar a comprender (no
necesariamente compartir) su forma de pensar y así llegar a un mínimo
entendimiento?
El
autor, claramente posicionado en un bando, construye sin embargo una batalla
interesantísima, con sus altos y bajos, e intentando dar a cada contrincante el
mismo número de oportunidades y razonamientos, algo complicado cuando el autor
parte de un pensamiento concreto. Sólo el hecho de que la acción se desarrolle
en la casa de uno de los dos es un símbolo de posicionamiento. Sin embargo, lo
consigue, y con nota, y posee además una capacidad pasmosa para captar la
atención del público y no soltarla hasta el fin del asalto. Es tremendamente difícil
escribir una obra de teatro de dos horas con, principalmente, dos personajes,
sin que al espectador le resulte tedioso por momentos.
Hay
un análisis distinto de la obra, e igual de válido, que defiende que más allá
de las filosofías políticas de cada uno, es el rencor lo que impide amarse a
esta pareja, la incapacidad para perdonarse y comenzar de cero. Ambos, a pesar
de que sólo Tom se recrimine esto a Kyra, comparten un inmenso acto de negación
y estrechez de miras definitorios, lo que imposibilita el entendimiento entre
ambos.
Probablemente
por la importancia que se da a la sobresaliente batalla entre los dos
protagonistas, las escenas con el hijo de Tom (que abren y cierran el montaje)
son casi prescindibles, si no fuera porque es el encargado de explicar a Kyra la
situación actual de Tom. Sin embargo, no tiene demasiado sentido, si por otra
parte en el resto de la obra somos tan extremadamente reales y nada exagerados,
que el mismo día en que el hijo decide visitar por primera vez a Kyra tras años
sin verse, irrumpa en el mismo escenario el padre, sin conocimiento del previo
encuentro. Además, el final queda ligeramente entreabierto, algo que no termina
de convencer, pero que no deja de ser una elección del autor.
El
trabajo actoral es realmente delicioso de contemplar y un regalo para los
sentidos. Pou construye un personaje completamente creíble, e incluso logra
aportarle cierta comicidad, sin la que probablemente el personaje caería
antipático desde el principio y el público podría de partida posicionarse en su
contra. Poza, quien por desgracia no se prodiga tanto por las tablas,
interpreta siempre sus personajes desde la realidad más absoluta. En este caso,
por cuestiones ajenas a la obra, sabemos que las ideas de Kyra son también las
suyas, por lo que es más fácil para ella poder defenderlas; aun así, aunque su
bando fuera el opuesto, siempre es una experiencia verla actuar tanto en
televisión, cine o teatro.
Tanto
el elegante decorado como el correcto uso de la luz ayudan al espectador a
centrarse en lo que debe en cada preciso momento, a la vez que se utiliza para
mantenerlo despierto con bruscas pero atractivas sorpresas.
Se
trata por tanto de un montaje estupendo, tanto exteriormente como en las tripas,
y de un realismo brutal (como curiosidad, incluso se cocina en el escenario,
algo que hasta ahora sólo habíamos visto en “Shirley Valentine”). Un verdadero
tour-de-force actoral que cualquier amante del teatro debería disfrutar.
Valoración: 4/5
“A
cielo abierto”, de David Hare. Reparto: Josep Mª Pou, Nathalie Poza, Sergi
Torrecilla. Dirección: Josep Mª Pou. Duración: 120 minutos más intermedio.
Teatro
Gayarre, 5 de mayo de 2013.
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