Sería
conveniente, de vez en cuando y aunque no lo hagamos, pensar en quién es el
autor o artífice de ciertas herramientas que nos facilitan la vida sin que nos
demos cuenta. Seguro que gran parte de la juventud desconoce quién fue María
Moliner, la autora del Diccionario de uso del español. Cómo algo que vemos tan
obvio, tan innato en las personas pudo haber sido pulido por alguien tan,
digamos sin que resulte peyorativo, corriente, resulta inaudito.
En
un tiempo de represión política tan duro para las mujeres como fue la primera
mitad del S.XX, María Moliner tuvo la gran suerte de estudiar y poder formarse
en diversas materias que la llevarían a trabajar en muchas bibliotecas del
país. Su trabajo allí, además de la observación del entorno que la rodeaba, hizo
que se pusiera manos a la obra y comenzara la larguísima e inacabable elaboración
de un diccionario que no estuviese marcado por el período político del momento,
como sucedía. Además, propuso algunas mejoras a los ya existentes, rechazadas
entonces y aceptadas tiempo después (ordenación de la letra LL en L, y de la CH
en C, criterios no adoptados en la RAE hasta 1994).
Sin
embargo, la mayor parte de su vida estuvo condicionada por el cuidado de sus
hijos y su marido (enfermo y finalmente ciego), y durante casi sus últimos diez
años sufrió una enfermedad degenerativa conocida como arterioesclerosis
cerebral, que iría poco a poco eliminando toda su capacidad intelectual.
Dejando
aparte biografías, parecía conveniente señalar brevemente la historia de esta
mujer que nunca llegó a ocupar una butaca en la Real Academia Española.
El
montaje en cuestión es “El diccionario”, de Manual Calzada Pérez, dirigido por
José Carlos Plaza. Se trata de una obra interesante en cuanto a formato. En un
principio parecería lo correcto que se nos presente en forma de biopic
melodramático, evitando formas barrocas tan en disonancia con la personalidad
de Moliner. Sin embargo, la función viaja y vuelve atrás en años y momentos
esenciales en la vida de esta mujer, sin un orden aparente pero respetuoso; no
choca.
Aunque
en un principio podría parecer aburrido un espectáculo que habla de la vida de
una mujer que pasó quince años definiendo y ordenando términos de nuestro
idioma en miles de fichas, el autor consigue atraer la atención del público
hacia la historia de una mujer que no quiso sino corregir aquello que,
objetivamente, era incorrecto, para que la sociedad se organizara en un pueblo
de seres pensantes, no de borricos.
Humor,
drama, ternura e historia se unen en un bello espectáculo que no podría estar
interpretado por una actriz cualquiera. Es la siempre excelente Vicky Peña la
encargada de ofrecer al respetable una interpretación difícil de olvidar, sobrada
de dicción, recursos y matices, con escenas que quitan el hipo. La consulta con
el neurólogo en que empieza a tener alucinaciones, así como el discurso final
(que nunca dio) en la RAE, agraciados por la calidez del Teatro de la Abadía, y
quizá algo entorpecidos por una línea musical tétrica casi presente durante
toda la función, son ciertamente hipnóticos. Nos encanta cómo va representando
el deterioro mental con tanta maestría.
Helio
Pedregal responde con sobresaliente también, a pesar de que el peso de la
función recae en su totalidad sobre la actriz. Buena elección que el neurólogo
casi se relama al ver frente a él la posibilidad de una nueva forma de delirio
(no cree que la mujer esté escribiendo un diccionario, cuando va a visitarlo
por primera vez). No sobraría una mayor relación de admiración posterior (que
ya la hay) entre médico y paciente. Ayuda a entender, una vez descubre la
verdad, lo mal tratada que fue la figura de María Moliner en su tiempo; otros,
haciendo mucho menos, obtuvieron mucho más.
Lander
Iglesias acierta al ofrecer lleno de humanidad al marido de Moliner, aunque
quizá en puntos concretos pueda resultar algo forzado e histriónico (no en la
tónica general). Entendemos a la perfección su situación y su irritación ante
la absoluta entrega de su esposa a las fichas y las palabras, que no ayudarían
en su vida matrimonial ni familiar.
Vestuario
y escenografía son más que correctos y no hacen sino sumar puntos a un montaje del
que, dicen, habrá gira. Todavía no hay fechas, pero si la información es
cierta, es algo más que positivo. Se necesita, más ahora que nunca, teatro
comprometido con nuestra historia como éste dando vueltas por el país.
Valoración:
4/5
“El
diccionario”, de Manuel Calzada Pérez. Reparto: Vicky Peña, Helio Pedregal,
Lander Iglesias. Dirección: José Carlos Plaza. Duración: 100 minutos.
Teatro
de la Abadía, 30 de diciembre de 2012.
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