Se
acusa de “cervanticidio” a la versión libre que la compañía Els Joglars ha
hecho de “El coloquio de los perros”, de Cervantes, actualmente en gira, y bajo
el aval de la Compañía de Teatro Clásico. Algunos críticos hablan de “chistes
malos, personajes zafios y situaciones truculentas en un despliegue de mal
gusto (…)”. Y nos preguntamos, ¿no es un clásico algo que debe permanecer
vigente? ¿Por qué no ha de poder versionarse y adaptarse de forma que pueda
resultar inteligible e identificable en el S.XXI?
Comencemos
explicando que “El coloquio de los perros” es un fantástico texto de Cervantes,
perteneciente a sus Novelas Ejemplares, como suele saberse. Lo que quizá no se
sepa es que, a pesar de considerarse un texto independiente, no puede serlo en
última instancia, pues es en una de las novelas anteriores, “El casamiento
engañoso”, donde un personaje da a leer esta historia a otro.
Los
protagonistas de la versión son dos perros, Cipión y Berganza, dotados con el
don del habla solamente por una noche. Encerrados en una perrera, narrarán al
guarda de seguridad sus múltiples andanzas, la diversidad de amos que tuvieron
a lo largo de los años, y las conclusiones que sacan acerca del mundo y de la
existencia humana y canina. Tocan también temas como la diferencia de clases,
pues los canes fueron tanto mimados cachorros como olfateadores de droga en
aduanas, para más tarde volver a dirigir rebaños, etc.
El
principal problema que para ciertos sectores del público puede suponer este
montaje (como todos los de Els Joglars) es que la compañía se empeña, y es un ahínco
estupendo, en actualizar todas las obras que representa; esto es, acercarlas a
nuestros días. Siendo este su tercer Cervantes (tras “El retablo de las
maravillas” y “En un lugar de Manhattan”, adaptación del Quijote), algo harán
bien cuando los espectadores llenan de vítores y bravos el patio de butacas una
vez termina el espectáculo. Sin embargo, aquella porción del público, como
decimos, no logra entender que una obra puede evolucionar, versionarse,
modificarse libremente sin que por ello pierda significado ni fuerza.
Tampoco
merece mucha atención una crítica que literalmente reza “y olvidemos al
susodicho Manolo a cargo de Xevi Vilà” o “los acusados han perpetrado con
premeditación y alevosía un auténtico teatricidio contra la pieza cervantina,
sin más propósito que alimentar su ego y aumentar su pecunio”. No puede
desprestigiarse así el trabajo de un actor ni mucho menos de una compañía que
lleva en pie más de cincuenta años. Cierto es que la composición del personaje
del guarda no es la mejor y que además es el encargado de contemporizar la
pieza. También es verdad que la función no será la de mayor calidad de la
compañía, pero sin duda proporciona diversión al público y, ojo fieles cervantinos,
un nuevo acercamiento a este clásico que, si no fuera por Els Joglars, no habría
ocurrido.
En
esta su primera obra como director del grupo, tras la marcha de Boadella para encabezar
los madrileños Teatros del Canal, Fontserè no sólo se ha encargado de dirigir
la pieza y protagonizarla, sino que también es el partícipe de la versión de la
misma.
Ramón
Fontserè y Pilar Sáenz realizan un trabajo de composición excelente, adaptando
su propio cuerpo a la figura de un can, manos como patas, aullidos muy
convincentes y posición en general más que correcta, sin que por ello deje de
entenderse una sola palabra. Los secundarios no lo tienen más fácil; apenas han
de corporeizar más de diez personajes distintos, algunos humanos, otros
caninos, todos diferentes y con muy buen hacer. Xavi Vilà, como decíamos, está
menos rodado. Su Manolo es quizá el único punto de demasiada actualidad que desentona.
Sin embargo, ésa es la intención de Els Joglars, y resulta igual de válida que
cualquier otra.
La
escenografía, realizada con cuidada economía de medios, presenta seguramente
menos decorado que en las primeras representaciones que de esta obra se
hicieron siglos atrás. Con un cajón rectangular y medias máscaras (que pueden reflejar
a la par dos personajes), además del buen uso de la iluminación, se levanta una
función muy entretenida a la que, por poner un “pero”, puede que sobren una
escena o dos.
El
escenario ha de ser espacio de libertad, de juego y creación, no de ataduras. Habrá
distintas visiones; muchas se verán como válidas, y otras como “teatricidio”,
pero no olvidemos que quien manda y quien consume es el público, y en este caso,
su posición es bien clara.
Valoración:
4/5
“El
coloquio de los perros”, de Cervantes. Adaptación de Albert Boadella, Ramón
Fontserè y Martina Cabanas. Reparto: Ramón Fontserè, Pilar Sáenz, Dolors Tuneu,
Xavi Sais, Xevi Vilà. Dirección: Ramón Fontserè. Duración: 85 minutos.
La
Cava, Festival de Teatro Clásico de Olite, 2 de agosto de 2013.
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