Llega
el calor, y con él también el fin de temporada teatral, y el momento en que
surgen los distintos festivales veraniegos que encierran propuestas de lo más
variado, como el Fringe madrileño, que llega estos días a su fin. Otros festivales,
de mayor trayectoria, y algo más convencionales, son los que aprovechan espacios
arquitectónicos únicos en su especie y muestran al público las recreaciones de
clásicos tanto de nuestra dramaturgia como de la extranjera.
Uno
de ellos, ya en su decimocuarta edición, y curioso por ofrecer teatro profesional
en nada menos que las puertas de un hermoso castillo, es el Festival de Teatro
Clásico de Olite, donde se programó el pasado fin de semana la última
producción de la Unir, Universidad Internacional de La Rioja, “Tomás Moro, una
utopía”, estrenada en el Festival de Almagro.
Escrita
(revisitada, más bien), entre otros, por Shakespeare, y versionada por Ignacio
García May, la obra está dirigida por la imparable Tamzin Townsend. La historia
de Tomás Moro es bien conocida, si no por cultura general, por la famosa
película “Un hombre para la eternidad”, aunque en esta ocasión es un
planteamiento diferente para el mismo personaje.
Así
como el largometraje se centraba en el proceso completo de discusión entre
Tomás Moro y Enrique VIII acerca de la separación entre monarquía e Iglesia, la
obra de teatro procura recortar pasajes menos importantes para centrarse en
decisiones fundamentales de la historia tomadas por personajes como Cromwell,
Rochester o Wolsey y añade otras escenas algo innecesarias pero más ligeras y
atractivas; da de esa forma mayor importancia al entretenimiento y al “hecho
teatral” que a lo histórico.
Se
centra en el personaje de Tomás Moro como trabajador, marido, padre, preso, etc.
Moro es otra de las figuras vilipendiadas de la historia, al igual que pasaba
con Helena de Troya en “Juicio a una zorra”. Es alguien que no recibió mayor reconocimiento,
y sin embargo estuvo dispuesto a perder familia, amistades y llegar hasta la
muerte sólo por defender aquello que creía correcto, siempre manteniendo alertas
la inteligencia y un sentido del humor que, en ciertos momentos, resulta escalofriante.
Vestuario
y escenografía simples; reparto cohesionado, sin altibajos. José Luis Patiño
realiza una labor encomiable encarnando a Tomás Moro, ofreciendo al personaje
gran dosis de empatía con el público, como ha de hacerse cuando se intenta
acercar un personaje histórico relevante que dota de poca repercusión a los
espectadores; la gente no ha de olvidarlo. Richard Collins-Moore es la otra
cara de la moneda: narrador, actor, historiador, etc. Son muchos los papeles que,
sin cambio de vestuario, construye este intérprete más que solvente y de gracia
natural. Impresionante el momento del pañuelo actuando ante junto a Moro. Ambos
levantan el montaje sin problema.
A
resaltar las proyecciones en el decorado trasero, que si bien no son imprescindibles,
ayudan a ambientar cada escena en su contexto, y los palos situados a los lados
del escenario, que sirven de apoyo a los actores para resaltar pasajes
importantes, elevados a distintas alturas.
Es
un montaje que quizá no atraerá por sí solo a demasiado público a los teatros
sin estar enmarcado en, como decimos, un festival de teatro clásico de
renombre. No en estos momentos de deceso, al menos. Aun así, la obra tiene
calidad, es muy entretenida y además se aprende, cosa que no siempre puede
decirse, y es algo muy positivo de los festivales de clásicos.
Valoración:
3,5/5
“Tomás
Moro, una utopía”, de Shakespeare, Munday, Chettle, Dekker y otras fuentes. Versión
de Ignacio García May. Reparto: José Luis Patiño, Richard Collins-Moore, Lola
Velacoracho, Silvia de Pé, Sara Moraleda, Manu Hernández, César Sánchez, Paco
Déniz, Chema Rodríguez-Calderón, Jordi Aguilar, Ricardo Cristobal. Dirección:
Tamzin Townsend. Duración: 100 minutos.
La
Cava, Festival de Teatro Clásico de Olite, 27 de julio de 2013.
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