Bernard-Marie
Koltés, denominado por algunos el Shakespeare del S.XX (quizá no sea para
tanto), fue uno de tantos autores que no lograrían ser exitosos hasta después
de su muerte. Su texto más conocido, el póstumo “Roberto Zucco”, que analiza la
psique de un asesino a sueldo, ha sido montado recientemente en España, pudiéndose
ver tanto en Barcelona como en Madrid con no poco éxito.
Sin
embargo, no menos relevante en su breve bibliografía (murió con apenas 41 años),
es este “Combate de negro y de perros” que presenta la compañía Joven Replika dentro
del marco de las jornadas “África imprescindible”, ya en su 13ª edición.
La
acción se sitúa en un país del África Occidental, entre Senegal y Nigeria,
donde se ha comenzado la construcción de obras públicas por parte de una
multinacional extranjera. Un hombre, Alboury, aparece en escena reclamando el
cuerpo de su hermano, muerto mientras trabajaba en la obra.
El
texto trata de reflejar el carácter individualista de nuestra sociedad. Sociedades
que funcionan como máquinas, cada una cumpliendo unos objetivos a los que acuden
externamente predispuestos. Máquinas con cimientos bien plantados; máquinas que
también pueden estropearse si un simple tornillo se afloja. Y es lo que sucede en
esta pequeña sociedad de cuatro personas, donde se relacionan los individuos
equivocados y el objetivo común se presenta difuso, pues prima el individual,
para cada cual distinto.
Cada
personaje tiene una interpretación simbólica muy amplia reflejada por la
personalidad de cada uno. Horn, el jefe de obra que atiende la petición de Alboury,
representa la diplomacia en la sociedad, diplomacia castrada, aunque aquí aparece
teñida de demasiada ira, y puede llegar a confundir. Es Cal, subalterno de
Horn, el encargado de la violencia, del orgullo de la raza y de tener la confianza
de supremacía con respecto al resto. Liona sería, con su ilógica aparición para
casarse con el anciano Horn, la perfecta representación de la desorientación o
casi inconsciencia del pueblo europeo.
Koltés,
con una manera de escribir peculiar, basada en la repetición de ideas, en un
calado apoyado por los altibajos emocionales extremos, y en la simbología como
principios fundamentales, no es un autor fácil de asimilar en teatro. Sus obras
son complicadas y no recomendables para no asiduos a las salas –el comentario no
tiene ánimo peyorativo, sino previsor. Es probable que si alguien se estrena
con Koltés, no vuelva al teatro-.
Réplika
ha optado por ofrecer el montaje sobre una escenografía que simula una cárcel,
sin que realmente la acción suceda dentro de una. En ella, que es relativamente
amplia, cada uno busca su propia y minúscula parcela, su cachito individual
para subsistir con la mínima relación posible con el resto. Sólo la inocente
Liona realiza un amago de interacción con el muchacho de color, lógicamente sin
éxito.
Tiene
profundos rasgos políticos esta pieza teatral, por mucho que algunos pongan
ahínco en no ver ese combate buenos-malos. Tras etapas de
represión a un sector, suelen surgir movimientos contrarios llevados
también al extremo, bajo el eslogan de igualdad. Aquí, desde el momento en que se sitúa a
los personajes blancos dentro de una cárcel y al hombre de color fuera de ella se
da un fuerte posicionamiento a la hora de presentar un montaje que
involuntariamente, o no tanto, resulta erróneamente aleccionador.
Interpretaciones,
eso sí, espectaculares por parte de los cuatro actores en un espectáculo no
fácil de degustar ni de digerir, pero con más chicha de la que en un principio
aparenta. Como aporte personal, se agradece que obras de corte menos comercial
se vayan acercando al norte.
Valoración:
3,5/5
“Combate
de negro y de perros”, de Bernard-Marie Koltés. Reparto: Manuel Tiedra, Raúl
Chacón, Malcolm Sitté, Socorro Anadón. Dirección: Mikolaj Bielski, Borja
Manero. Duración: 120 minutos.
Casa
de Cultura de Burlada, 25 de octubre de 2013.
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