“Una
más y nos vamos” es una historia de amistades tremendamente improbables, casi
imposibles, que llegan a buen puerto. Entre dos personajes completamente
antagónicos surge una relación de confianza que nunca se daría en la vida real.
Charlie, el rockero y dueño del bar donde sucede la acción, y Humberto, el hombre
ahogado por sus relaciones familiares, sin experiencias vitales reseñables, son
los dos protagonistas de la obra.
El
principal reclamo de la función es el televisivo José Luis Gil, también asiduo
a las tablas y más aún al doblaje. Sin embargo, a pesar de que sus últimas
incursiones en el mundo del teatro, “Ser o no ser” y “Fuga”, eran muy
acertadas, ésta no cumple ni por asomo cualquier tipo de expectativa.
En
esta ocasión se trata de la búsqueda del hacer reír porque sí, sin una línea
argumental coherente, ni gags rebuscados. Todo lo que sucede sobre el escenario
se ha visto ya, y mejor hecho. Las escenas van pasando, y son pocas las que
hacen avanzar la acción. Son diálogos insulsos, absurdos, de besugos,
repetitivos, y que si tienen gracia es porque las actuaciones no son malas y no
por la riqueza del texto. Los actores se obstinan en reproducir las bromas e ir
buscando la carcajada explicándolas después durante, en ocasiones, varios
minutos. La primera escena del pan para torrijas es desesperante.
Tampoco
ayudan las proyecciones en vídeo a los lados del escenario, protagonizadas por
Eduardo Gómez. Ni tienen gracia, ni aportan nada nuevo ni se entienden bien debido
a la inexistente relación de Gómez con la dicción. Al contrario, rompen la poca
acción que de por sí muestra la obra. Y tampoco es necesario explicar que la
última proyección, ésta vez protagonizada por Charlie y Humberto, destroza el
significado tanto de la escena anterior como de toda la función.
El
momento en el que Charlie el rockero toca una canción al piano tampoco es en
absoluto comprensible. Parece simplemente un intento de demostrar al público que
el actor “sabe” tocar el piano, porque ni tiene sentido ese momento ni sus
aptitudes como pianista son tales como para interrumpir el transcurso de una
obra.
Lo
que salva la función son claramente las interpretaciones. Mauro Muñiz (“Don
Mauro”) avanza en escena con seguridad y aplomo, tiene vis cómica y su
personaje está bien construido, a pesar de que en las partes más dramáticas
flaquee un poco. Aun así, es José Luis Gil el alma de la obra. Es gracias a él
que los cien minutos no parecen mil. Su momento bailando borracho es, aunque
innecesario, sencillamente desternillante, y verlo vestido con capirote de paso
de Semana Santa hace que el precio de la entrada se vea, en cierta medida,
amortizado.
“Una
más y nos vamos” surge del empeño de ambos actores de crear algo unidos y actuar
juntos, y es de admirar que en estos tiempos lo consiguieran y Gil dejara de
lado otros proyectos, sin duda mejores, para montar esta obra que trata,
precisamente, de la amistad. Por lo menos, en ese aspecto, es consecuente.
Valoración:
1,5/5
“Una
más y nos vamos”, de Carolina Noriega y Mauro Muñiz. Reparto: Mauro Muñiz, José
Luis Gil. Director: Manuel Gancedo. Duración: 100 minutos.
Teatro Gayarre, 1 de septiembre
de 2013.
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